Mimi estaba a una copa más de decirle la verdad a Miriam.A septiembre de 2018, la granadina estaba más que enganchada de una gallega de pelo rizado, cuerpo de modelo y sonrisa bonita. En Operación Triunfo, Mimi ya se había fijado en ella, pero cuando acabó el programa las dos rubias se convirtieron en uña y carne, y claro, el roce hace el cariño y el cariño se acabó convirtiendo en encoñamiento. Encoñamiento que tenía a la rubia de metro setenta en una nube. Ni si quiera sus propios amigos la reconocían.
—Ey, estás empanada, maricona— le dijo Ricky acercándose a ella.
—¿Qué?— contestó Mimi enfocando la vista en él.
Ricky se rió, porque la rubia llevaba más de quince minutos sentada en una de las banquetas que había alrededor de la mesa de la cocina removiendo los hielos de su cubata con la pajita y mirando a un punto fijo.
Estaban en casa de Roi. Aprovechando que la mayoría de los triunfitos se encontraban por Madrid, el gallego los invitó a todos a una "mini fiesta" de inauguración de su nuevo piso. Aunque bueno, lo de mini era la intención, porque el piso se había llenado de amigos de Roi, de amigos de los amigos de Roi, de amigos de Cepeda, de amigos de los amigos de Cepeda, y así un largo etc. Ahora todos estaban borrachísimos bailando en el salón.
Todos menos Mimi, que se había ido a la cocina con la excusa de rellenarse el cubata y no había vuelto.
—¿Qué te pasa, rubia?— le preguntó Ricky acercándose a ella. —¿Estás borrachita?—.
Mimi asintió con la cabeza, porque sí, lo estaba, pero no era ese el motivo por el que estaba allí sola.
—¿Por qué no vienes a bailar?— le volvió a preguntar el mallorquín.
—No me apetece— contestó Mimi impasible.
—¡¿Tienes fiebre?!— dijo Ricky más fuerte de la cuenta. —¿Cómo que no te apetece bailar? Si te pasas la vida moviendo el culo, zorra— siguió.
Mimi suspiró, porque lo único que le apetecía en ese momento era arrancarse el corazón, y el alcohol tampoco estaba ayudando mucho.
—¿Qué le pasa a la niña de mis ojos?— le preguntó el chico bajando el tono, empezando a preocuparse un poco.
Tarde, porque el grito del mallorquín no había pasado desapercibido para oídos de Miriam, que justo entraba por la puerta.
—¡Mimita!— chilló la leona al verla allí sentada. —¿Tienes fiebre?— le preguntó acercándose y cogiéndole la cara. Miriam estaba realmente borracha.
Mimi le apartó las manos más bruscamente de lo que debería. Estaba enfadada, y no tenía ningún derecho a estarlo, pero estaba celosa, porque Miriam llevaba liándose con uno de los amigos de Cepeda toda la noche.
—¿Qué te pasa?— preguntó Miriam haciendo un puchero.
—Nada— contestó la mayor de las dos en tono neutro.
—No quiere bailar— intervino Ricky por primera vez en toda la conversación.
—¡¿Qué?!— gritó también Miriam. —¿Por qué?—.
—¡Illo, porque no me apetece!— dijo la granadina levantándose de su asiento, estaba empezando a cansarse de aquellos dos.
Ricky y Miriam se miraron sin entender nada y Mimi se fue al baño.
***
Sin saber cómo, habían acabado todos sentados en el suelo, haciendo un círculo alrededor de una pequeña mesa de centro en la que se encontraban 25 vasos de diferentes chupitos y una ruleta de colores. A Ana se le había ocurrido la maravillosa idea de ponerse a jugar a jueguecitos de "verdad o reto", "yo nunca nunca" y todas esas mierdas que a Mimi le encantaban pero que en ese momento le estaban pareciendo, cuanto menos, una tortura.
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Te quiero en cada rincón de Galicia
Fiksi PenggemarMimi era hogar, y Miriam quería quedarse a vivir en Granada para siempre.