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El viento soplaba con fuerza aquella tarde, moviendo las copas de los árboles a un ritmo bastante rápido; no veía a nadie afuera, y es que parecía casi imposible que alguien pudiera caminar por ahí sin que el viento los lanzara lejos, o al menos así lo creía Sunghoon, que seguía mirando a través de la ventana de su habitación.

El verano había llegado una vez más, y desde que tiene memoria, su familia y él siempre pasan sus vacaciones en la bonita casa de su abuela, la cual era lo suficientemente grande como para tener una habitación para cada uno, y aún le quedaban algunos cuartos restantes. El río estaba bastante cerca, por lo que podía verlo desde su casa, y podría irse caminando y llegar en menos de cinco minutos, de no ser por el clima que avisaba que estaba a punto de llover sin parar. El pueblo era bastante tranquilo casi todo el tiempo, con gente demasiado amable, nada parecido a lo que era en la ciudad, así que, sabía que el estar en aquel lugar, significaba que podría relajarse sin ningún problema, por lo que era extraño que no se sintiera tranquilo en ese momento.

Escuchaba un par de risas muy fuertes en el piso de abajo. En la sala, estaba su hermana, Seongmin, junto con sus amigos. Jugaban algún juego de mesa, haciendo un escándalo por cada cosa que pasaba. Sunghoon no estaba de ánimos para bajar a jugar. No se sentía con ánimos de salir de su habitación, solamente quería quedarse recostado en su cama. El problema no eran las personas que estaban en casa, también eran sus amigos y los apreciaba mucho, a cada uno de ellos, tan sólo se encontraba pensando de más en una de esas personas. Casi todos fueron a visitarlos el primer día que llegaron, y la de la idea había sido Jiwon; ella era una buena amiga de su abuela, también se llevaba muy bien con sus papás e incluso con Seongmin, y con Sunghoon, pues decía estar enamorada de él, así fue como todos comenzaron a coincidir en que serían una buena pareja, ¿Por qué? Porque ella es muy bonita, inteligente, carismática, tiene un sinfín de habilidades y talentos, ¡Era la chica perfecta! Y su familia la quería, cómo no hacerlo. Todos la querían, todos excepto Sunghoon.

¿Por qué no podía decirle la verdad de una vez por todas? ¿Por qué tenía que ser tan complicado?

—¿Ocurre algo, hijo? —escuchó la voz de su mamá desde su puerta, que permanecía abierta.

El levantó levemente la cabeza para mirarla, y después volvió a acomodarse sobre la cama.

—No, no pasa nada —dice bajito, sin dejar de mirar hacia arriba. Por ese tono de voz tan desanimado, era bastante notorio que algo no estaba bien, pero a veces no sabía disimular.

—Sabes que puedes decírmelo —dice la mujer, sin sonar demasiado preocupada, para no presionarlo—. ¿Es porque no has visto a Jake? —apenas escuchó ese nombre y ya se había puesto rojo. Ella se había acercado más, hasta que quedó a un lado de la cama— Sabes que está trabajando casi todo el tiempo, quizás no tuvo la oportunidad de venir a verte, pero no te preocupes, lo verás mañana, o incluso hoy por la noche.

Volteó hacia otro lado, evitando mirar a su mamá.

—Tampoco estoy así por Jake, mamá.

—¿Lo dices en serio? —ella tomó asiento al final del colchón, y siguió diciendo: —Recuerdo cuando eras más chiquito, un día llegamos al pueblo y no podías parar de llorar porque querías ver a Jake, y él no estaba por aquí.

Su sonrojo aumentó, por lo que se dio la vuelta por completo, queriendo ocultarse. Por supuesto que lo recordaba, eso había sido hace seis años pero lo recordaba bien, no había necesidad de que su mamá tuviera que hablar de ello, pues era más vergonzoso porque también se lo contó a la mamá de Jake, tal vez como una forma de hacerle saber que Sunghoon estaba inconsolable por culpa de su hijo, o para pedirle que no se fueran cuando ellos estaban de visita, y ella lo entendió.

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