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—Desde que tengo memoria, recuerdo que veía a mis padres y pensaba, cómo hicieron para conocerse, para enamorarse, para encontrar a la persona que estaba hecha para el otro, y mamá solía decir que era cosa del destino, que algún día me tocaría a mí, sin que me diera cuenta. Así que, cuando conocí a una chica muy bonita, que era muy linda conmigo, creí haber encontrado a la persona correcta, esa con la que pasaría el resto de mis días, a su lado, amándola, porque ella me amaba a mí, y tal vez, si me esforzaba un poco, yo también podría sentir lo mismo. Pasó un tiempo y aún no podía entender... ¿Por qué no sentía nada? No sentía esa emoción de la que me habían hablado, y me gustaba pasar tiempo con ella pero... No había nada más, no podía encontrar ese sentimiento que tanto estaba buscando.

» Los años siguieron pasando, pensaba que no sería capaz de que me gustara al menos, parecía que con el tiempo iba consiguiendo todo lo contrario, y eso me frustraba tanto, ya no me gustaba escucharla hablar, ni siquiera me gustaba tenerla cerca. Así que, creí que yo era el problema, porque por más que lo intentara, no podía enamorarme, ni de ella ni de nadie más. Eso me daba tanto miedo, esa era mi preocupación, ¿Qué sería de mí si nunca lograba enamorarme? ¿Tendría que quedarme solo por el resto de mi vida? ¿Por qué era tan difícil quererla si ella me quería a mí?

Hizo una pausa, dando un respiro profundo, sintiendo que sus ojos comenzaban a picar. Se los talló un poco y siguió diciendo:

—Pero tú lo hacías ver como si no fuese la gran cosa, que no necesitaba a alguien a quien amar, y es que ya te tenía a ti. Tú, que desde que te conozco, lograste llenar mis días de felicidad, de emoción, diversión, que cada uno de mis días se volviera tan importante sólo si estabas tú —miró sus manos—, luego comencé a extrañarte, pensaba en ti todo el tiempo, y sólo quisiera...

» Somos amigos, ¿Cierto? Entiendo eso pero, lograste que, el cariño que tenía hacia ti, fuera cambiando con el paso del tiempo, y es que ahora lo sé, ahora entiendo por qué los latidos de mi corazón se aceleran tanto sólo contigo, y con nadie más, por qué mi felicidad depende tanto de ti, o por qué te apareces tanto en mis sueños y me hacen desear que nunca se acaben. Lo entiendo ahora porque, por fin me di cuenta de que siempre he estado enamorado, y es de ti. Me gustas, Jake.

Terminó por decir con la voz temblorosa. Tenía la vista pegada a sus manos, que también temblaban y las sentía tan sudadas. Dio una bocanada de aire y luego exhaló, intentando relajarse, pero parecía imposible; su ritmo cardíaco no se regulaba. Miró su almohada.

—No puedo decírselo —dice para sí mismo con tristeza.

Estaba solo en su habitación, sentado sobre su cama, pensando en lo complicado que sería confesarle sus sentimientos a su amigo, pero si estaba temblando tanto al estar practicando, no se imaginaba lo que sería de él cuando se lo dijera a la cara, tal vez no podría ni hablar.

Por la plática qué tuvo con él un par de días antes, luego el hecho de que volvió a tener otro de esos bonitos sueños con él, y también porque despertó pensando en él, comenzó a considerar la idea de que tal vez, sólo tal vez, le gustaba. Lo pensó toda la mañana y por fin llegó a la conclusión de que, sí, le gustaba, y mucho a decir verdad. Ahora estaba en el dilema de, si podría confesarse o simplemente suponer que no pasaba nada, además, ¿Qué esperaba si se lo decía? Seguramente no le gustaba a él, y sólo arruinaría la relación que tenían. Suspiró con pesadez, tumbandose sobre el colchón.

Quería enamorarse, pero no creyó que fuera así de complicado.

Escuchó que tocaban a su puerta. Seguramente se trataba de su papá o su mamá; Seongmin nunca tocaba la puerta, se metía sin permiso, y si la puerta tenía seguro, se metía por la ventana, así que Sunghoon prefería dejarla así porque no había caso en que intentara encerrarse. Se levantó de la cama, tallando sus ojos.

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