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Prometo siempre caminar a tu lado.
Siempre contigo.






Se quedó despierto toda la noche, una vez más, pensando sólo en un muchacho australiano, rubio, que prefirió el campo por sobre la ciudad, que tocaba la guitarra y que solía cantar sus canciones sólo para él, el mismo que había llegado a su vida para llenar de luz cada uno de sus días, ese chico del que estaba perdidamente enamorado.

—Esto es tan ridículo —se quejó, echando su cabeza hacia atrás—. Es como si fuera consciente de mis sentimientos, e intentara que me enamore más de él.

Sunoo volteó los ojos. Le dio un sorbo a su taza de té, escuchando los quejidos lastimeros de su mayor.

—¿No has pensado que está tratando de decirte que se siente igual?

Se incorporó rápidamente. —¡No me des falsas esperanzas!

—¡Olvídalo entonces! —responde más molesto. Le puso dos terrones de azúcar a su taza, comenzando a revolverlo otra vez.

El pelinegro se recostó sobre el sillón.

—Te lo dije, al menos una vez al año se tiene que poner así de cursi, pero esta vez... Fue diferente para mí —dice, sintiendo que sus mejillas se calentaban—, pero sólo para mí, él no...

—Lo sé, lo sé, Jake sólo sigue siendo tu amigo que te quiere, que piensa en ti todo el tiempo, y que podría morir de tristeza si te vas y nunca regresas —dijo con cierta tranquilidad, dando otro sorbo a su té.

—No digas eso —soltó con mucha tristeza—. Yo también caería en depresión si eso sucede.

—Dios, se aman el uno al otro y no se lo dicen —recargó su cabeza sobre su mano.

La mamá del mayor entró a la sala, llevando una pequeña caja en sus manos.

—Oh, Sunoo, por fin te veo —le extendió la caja—. Esto es para ti.

Sunoo se quedó boquiabierto. Se señaló a sí mismo con ambas manos.

—¿Para mí? —pregunta emocionado, como si hubiera ganado algún premio super importante. Sunghoon sólo podía voltear los ojos al verlo— ¡Gracias! ¿Qué es?

—Son galletas —dice, depositando la caja sobre la mesa—. Se las regalaron a papá, son de chocolate con menta —apenas dijo eso, se le iluminaron los ojos al menor—, y yo las estaba guardando para ti porque sé que te gustan.

Aplaudió repetidas veces debido a la emoción. —¡Muchas gracias, mamá! Quiero decir, mamá de Sunghoon.

Esto la hizo reír. —Sabes que puedes llamarme mamá.

—Sí pero, la mamá de Riki quiere que le diga mamá sólo a ella —dice en voz bajita, como si temiera que la otra mujer lo escuchara.

—Si ese es el caso, puedes comenzar a llamarla suegra a ella y a mí me dices mamá —dijo, mostrando una media sonrisa.

El muchacho no pudo evitar que su rostro se sonrojara, lo que hizo reír muy fuerte a Sunghoon. Intentó cubrir su rostro entre sus manos.

—¿Cuál es el problema? —pregunta la señora— ¿Crees que le moleste a ella?

—No lo creo —descubrió su cara—. Riki es el que puede molestarse.

—Inténtalo —dicho esto, se aproximó a la salida—. El almuerzo está casi listo, para que se queden a comer.

Volvió a agradecerle en voz baja. Sunoo miró la caja de galletas por unos segundos, luego soltó un suspiro. Sunghoon se sentó correctamente en su lugar, para poder mirar la expresión que tenía el menor.

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