Árbol eterno

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Por suerte Izuku llegó a tiempo y sus papás no sospecharon nada, agradeció mucho a Aizawa por no delatarlo y darle el mejor regalo de cumpleaños, este estaba muy feliz de ver al pecoso sonriendo, pues le molestaba la idea de que siempre se la pasara encerrado, siendo un niño que debería salir para conocer el exterior.

Sus papás pasaban mucho tiempo con él, pues después de dejarlo solo en su cumpleaños es lo menos que podían hacer.

Al paso de los días noto que su medallón no lo llevaba, lo empezó a buscar por todo el templo, le pidió ayuda a Aizawa y este empezó a buscarlo, pero sin éxito. Izuku se sintió triste, ya que tenía miedo de decirle a su papá que perdió la llave que rompía la barrera entre el inframundo y el paraíso.

Pero luego recordó un lugar, en donde se encontraba aquel árbol enorme, no podía salir porque sus padres estaban en casa, no tenía idea de que excusa inventar, además que estaría mintiéndoles a sus papás, eso no le agradaba, no iba con él.

Así que una vez más pidió ayuda de Aizawa, este le dijo que era muy arriesgado salir, además de ser posible que no les otorgaran el permiso para salir, pero vio los ojos llorosos del menor que se tentó el corazón y se dispuso a ayudarlo.

Después de convencer a All Might, fueron en busca de aquel medallón.

Antes de llegar a la casa de los Todoroki, recordó que no podía acompañarlo hasta donde estaba el árbol, porque sabría que le mintió y no lo volvería a ayudar.

—Aizawa, mejor tú buscas en la casa de Shoto y yo buscaré afuera por donde estábamos jugando—habló nervioso.

—Bien, pero no te alejes tanto—lo llevaba de la mano—muy apenas All Might nos dejó salir.

El pecoso asintió, cuando el pelinegro entró a la casa de los Todoroki, Izuku fue corriendo hacia el árbol, antes de que Aizawa termine con su búsqueda.

No había mucho en donde revisar, optó en que cuando cayó su medalla quedó atorada en alguna rama, así que de nuevo trepó el árbol.

Pero una voz lo saco de sus pensamientos, y busco de donde provenía esa voz que ya conocía. Estaba sentado con la espalda recargada en el tronco del árbol.

—¿Buscas esto, Izuku?—movía de un lado a otro el medallón.

—Mi medallón—sus ojos brillaron e intentó acercarse al cenizo.

El cenizo se lo acercó, pero antes de que lo tomara, de nuevo cerró su puño impidiendo que lo agarre, Izuku lo miro con extrañeza y se molestó.

—Dámelo, es mío—ordenó.

—No quiero—de nuevo se recargó en el árbol, pero ahora puso ambas manos atrás de su cabeza para no lastimarse.

—Por favor regrésamelo, es muy importante para mí—habló lo más dulce que pudo.

—Te tengo una condición—lo miro fijamente.

Izuku suspiró resignado y asintió—¿Cuál?

—Quiero que me traigas el lirio azul.

Izuku no podía cumplir con aquella condición, sabía que los demonios lo usaban para su beneficio personal, además de que eso aumentaba su poder, darle esa flor a un demonio significaba peligro.

—No puedo, eso sería estarle entregando la flor prohibida a un ser que no tiene derecho de obtenerla.

—¿Quieres tu medallón o no?—sus ojos carmesí delataban lo molesto que estaba.

No tenía otra opción, después de todo era más importante aquel medallón que una flor.

—Sería una condena, no puedo hacerlo.

Ángel y Demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora