Ya te lloví y no me mojas

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Te escribo como la escribí
a ella
porque no tengo otra forma
de lloverte.
Hoy me hablaste mientras tenía
las costuras despuntadas
pero tu frío ya no me cala
porque use mi sangre de tinta
y mis huesos de pluma.

Me recuerdas tanto
a ella
que me viene la tormenta seca
que ya cruza la montaña
donde reposa mi cuerpo
inerte
pero aún cálido
porque el sol no me ha dejado
convertirme en polvo y
las abejas no han polinizado
todas las flores
de la pradera,
con él.

Tumbado lo he visto,
un pequeño claro entre
las nubes
doradas como tu pelo
y me he quedado mirando
por si tronaban los rayos
pero solo ha tronado mi
estómago,
hambriento por falta de hambre,
saciado por el silencio.

Y todo está bien. 

Ríeríeríe y después muereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora