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OMNISCIENTE

Los días en la aldea Awa'tlu de Metkayina, eran siempre nuevos, nada era rutinario, unos días los hombres pescadores del arrecife, se dedicaban a tejer en casa y las mujeres tejedoras en casa, se dedicaban a pescar en el arrecife, todo era completamente diferente todos los días, pero eso sí, lo único que, si se dio por hecho hacerse una rutina, eran las nuevas clases de pelea.

Había pasado aproximadamente una semana desde que se dio inicio a los entrenamientos con la familia Sully, los líderes estaban total y completamente conformes y contentos con esta decisión, mucho más, porque comenzaban a ver avances en las actitudes de su primogénito, las cuales eran indicios tal vez de que la madurez lo estaba alcanzando.

Pues, desde que Ao'nung había estado yendo a los entrenamientos, se le notaba un poco más de felicidad para con su pueblo, o bueno, más bien, para con cualquier tipo de ser vivo, sus padres lo relacionaban con que tal vez, el ser un jefe próximamente, lo llenaba de entusiasmo, el único miedo que llevaban dentro de ellos era que no fuera por motivos de amor, pues, a sabiendas de que él tenía que casarse tarde o temprano con alguien, si el caso era que el estuviera enamorado, todo se volvería difícil.

Todos llegaban al entrenamiento cuando el sol comenzaba a tocar la arena de la playa, para que así cuando la isla fuera cubierta por este, los integrantes del clan ya tuvieran al menos entre una o dos horas para en entrenamiento arduo.

Desde el día que iniciaron los entrenamientos, Ao'nung solo se le había acercado a Kiri el día que fue cuando Neteyam lo descubrió, después de aquella pequeña charla en la que solo se dedicó a tartamudear y elogiar a Kiri, quiso evitar tener algún contacto con ella, cosa, que no fue fácil ni posible, ya que en cada entrenamiento era ley que tenía que terminar observándola al menos durante diez minutos seguidos.

Además, cuando a Kiri le tocaba enseñar a pelear a alguien, a Ao'nung le encantaba observar sus movimientos, cuando tomaban descansos de cinco a diez minutos, ella se dedicaba a obsérvalo a él, pero siempre con el miedo de que la descubriera, por obvias razones, ambos eran observados por un par de ojos, de los cuales era dueño Neteyam, quien creía que ambos eran patéticos por no atreverse a hablarle al otro.

Había ocasiones en las que se veían y sonreían mutuamente, para Kiri era algo de incertidumbre, pues no entendía lo que la mirada de Ao'nung quería decirle, mucho menos descifraba lo que ahora el chico pensaba de ella, por supuesto que quería saberlo, pero, no es como si en la última charla que tuvieron les haya ido muy bien.

Aun así, con aquellos sentimientos por dentro, ambos jóvenes eran de un carácter total y completamente parecido, muchos dirán que esto es ventaja, pero, vaya que no ayudaba mucho que digamos, Ao'nung era un joven muy egocéntrico, sentía que cualquier tipo de demostración de afecto era una humillación, Kiri, ella por supuesto no era así, pero, si era demasiado orgullosa.

No sabía si en algún momento de su vida llegaría el amor, pero, si sabía una cosa, cuando esto pasará, ella jamás sería quien diera el primer paso, por mucho que le gustara alguien, o que le interesara, si esa persona estaría interesada en ella, sería esa misma persona quien la hablara, porque ella, jamás.

Así que no había mucho que hacer en respecto a que la cercanía se diera fácil entre los dos, ninguno pensaba doblegar el orgullo por el otro, pobres almas ilusas, pensaba la gran madre, debido a aquel futuro en el que ambos tendrán que luchar con ellos mismos si quieren estar juntos.

Como de costumbre en la última semana, los aldeanos se encontraban en aquella práctica de guerreros y guerreras, los jefes de la aldea solo iban las primeras horas y después se retiraban, pues las ocupaciones siempre estaban ahí, en sus hombros, además, estando a menos de un año de darle el mando a su hijo, todo se hacía un poco más rápido.

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