Soy Basura / Desolado

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—Aaah…

Alberu dejó escapar un suspiro largo, cargado de agotamiento. Se dejó caer en su asiento, recostándose, los ojos perdidos en la lona superior de la carpa. Un año. Ya había pasado un año.

¿Cómo había llegado todo a este punto?

Recordó, con amarga claridad, el día de la tragedia. La celebración del cumpleaños del rey. El caos. La explosión. Y luego… el secuestro.

El joven maestro Cale Henituse, arrebatado en pleno centro de la capital, frente a todos. Frente a sus propios ojos.

El impacto fue devastador.

Las tropas del Condado Henituse se dispersaron por todo el reino, buscando pistas, interrogando sin descanso. Incluso habían encontrado a la persona que lo había llamado desde entre la multitud ese día. Un testigo confuso, tembloroso, que solo pudo dar una estimación vaga de cuánto tiempo había estado Cale en la capital antes del ataque. No fue suficiente.

Y entonces, las bombas mágicas.

Detonadas en múltiples puntos del reino, como un mensaje claro: "Podemos hacerlo. Nadie puede detenernos."

La burla era evidente.

Un año después, la guerra.

Wyverns negros como la noche surcaron los cielos del noroeste, con soldados encapuchados sobre ellos. Tras el anuncio de los tres reinos —Norlad, Pairrum y Eskosan—, se desató el infierno. Querían tierras cálidas, pero lo que dejaron fue destrucción. Sangre. Dolor.

Aun así… aún resistían. Aún no habían perdido.

Hasta que él apareció.

El caballero con casco.

El mismo hombre que se había llevado a Cale. Fue reconocido de inmediato por todo el Condado Henituse. El odio colectivo estalló como una marea incontenible. El conde y su familia fueron expulsados de sus propias tierras por negarse a ceder, y los ciudadanos se alzaron en armas, clamando justicia junto a la familia Henituse.

Pero todo fue inútil.

Los enemigos usaban los mismos poderes que Cale había demostrado en el pasado.

El rumor se esparció como veneno: ¿Lo asesinaron y le arrebataron sus poderes? ¿O acaso… se unió a ellos?

Alberu cerró los ojos.

—¿Dónde estás…?

Tap. Tap. Tap.

Pasos urgentes. Cada golpe contra la tierra más fuerte que el anterior. La tensión entró con ellos.

—¡Alteza!

Un soldado irrumpió en la carpa, sin aliento. El terror en su rostro era tan palpable como el sudor que perlaba su frente.

—¡L-los enemigos! ¡Vienen hacia aquí!

Alberu se puso de pie de inmediato. La alarma resonó por todo el campamento. Trompetas. Gritos. El ajetreo de soldados preparándose. El caos de la urgencia.

—¡¿Por qué ahora?! —pensó Alberu con rabia—. ¿Cómo lo sabían? ¿Es que hay un espía entre nosotros?

No había tiempo.

Choi Han, Rosalyn, Ron, Beacrox, Lock… estaban en la aldea élfica, buscando su ayuda. Intentaban forjar una alianza. Un rayo de esperanza para resistir lo inevitable.

Pero no estaban aquí.

Ahora estaban vulnerables.

—Tsk…

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