𝙨𝙞𝙚𝙩𝙚 - el juego con la presa

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Empecé a bajar las escaleras despacio no queriendo llegar hasta la sala donde mamá y papá se encontraban, más por papá

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Empecé a bajar las escaleras despacio no queriendo llegar hasta la sala donde mamá y papá se encontraban, más por papá. Edward me invitó a jugar béisbol con su familia, eso está bien, lo que me alarmo un poco es que me pidió presentarse formalmente frente a mis padres, y no como mi amigo.

Llegué donde ellos y me fui acercando de a poco, desviando mi mirada hacia una de las ventanas que da a la calle, mirando a Edward recargado en el Jeep de Emmett esperando la señal para entrar.

Suspiré y me animé.

–Oigan, alguien quiere conocerlos –puse mis manos en los bolsillos traseros de mis jeans–. Es Edward.

Ambos dirigieron su mirada a mi.

–¿Ah, si? – papá limpiaba una escopeta en la mesa. Ahora maldigo a Charlie por haberle propuesto salir a cazar o algo pareció, y más por darle el arma– Entonces, ¿es oficial?

–Lo será cuando entre. Está aquí.

–Déjalo pasar cariño –mamá caminó hasta mi lado.

–Si, déjalo pasar –papá cerró de un golpe la escopeta haciéndome sobresaltar. Espero que además de vampiro sea a prueba de balas.

Sos bien (se bueno) –le pedí a papá mientras caminaba a la puerta de entrada. Edward ya se encontraba ahí, vestía un abrigo azul con la cremallera hasta el cuello y guantes para el frío, aunque se que no los necesitaba tenía que aparentar de una manera. Lo hice pasar hasta estar de pie frente a los adultos.

–Señor Dubois, me presento. Soy Edward Cullen –se presentó Edward. Papá se levanto y le estrecho la mano entrecerrando los ojos en dirección al cobrizo.

–Un gusto Edward –seguía estrechando su mano moviéndola de arriba a abajo rápidamente.

Me acerqué y lentamente les fui separando las manos, sabía que Edward no la quitaría y papá solo quiere asustarlo.

–Un placer volver a verte Edward –mamá se acercó y y con más entusiasmo le dio la mano.

–Igual, señora Dubois –sonrió–. No regresaremos tarde. Vamos a jugar béisbol con mi familia.

–¿Béisbol?

–Si señor, ese es el plan.

–Cuida tu espalda, muchacho. Cuando juega se vuelve competitiva –le di una mirada de "cállate" a papá pero solo me ignoró–. Suerte con eso.

–No se preocupe, me cuidaré de ella –Edward sonrió divertido y le di un ligero codazo que se no le hizo nada.

Mamá nos veía divertida recostada del sofá con los brazos cruzados. Antes de irme me guiño un ojo y yo solo los rodeé. Tome su chaqueta azul del perchero –dicho abrigo que se ha vuelto el habitual– y salimos.

–¿Desde cuando les gusta el béisbol? –Edward acomodaba una gorra en mi cabeza, poniendo mechones de cabello detrás de mi oreja para acomodarlos.

–Es el pasatiempo nacional... y se aproxima una tormenta eléctrica. Solo así podemos jugar. Ya verás.

𝑳𝑼𝑵𝑨 𝑵𝑨𝑪𝑰𝑬𝑵𝑻𝑬 ; Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora