El sol se acercaba al horizonte en un hermoso atardecer en la ciudad de Kingston, cuando un grupo de marineros irrumpió en una acogedora taberna. El local estaba decorado con mesas redondas de madera y una suave iluminación ambiental. Tenían la firme intención de embriagarse y reír a carcajadas por cualquier tontería que se les ocurriera en ese momento. Se acomodaron en la barra y aguardaron a la camarera para hacer sus pedidos, pero esta estaba ocupada atendiendo a otro grupo de hombres que parecían escucharla con gran atención, como si estuviera narrando una historia intrigante.

Kidd, un joven que se había unido a sus amigos mientras esperaban sus bebidas, notó la situación y decidió acercarse para escuchar lo que tanto había capturado la atención de los hombres presentes en la taberna.

_ Robar...pelear...y correr _ dijo ella _. Camaradas, muchos de ustedes son jóvenes, pero recuerden que la vida es una sola. Y las oportunidades se esfuman en cada momento.

La mujer servía varios vasos de ron. Cada vez que llenaba uno hasta el borde, lo entregaba pausadamente a uno de los hombres del grupo antes de proceder con el siguiente. Sin embargo, ninguno de ellos tomaba un sorbo; en cambio, sus miradas permanecían fijas en ella y su atención estaba completamente centrada en las palabras que fluían de sus labios.

_El presente..._ siguió _. Es lo único que se vive. ¿Qué harán cuando sus cuerpos no resistan esta vida? ¿Morir en un pedazo de madera? ¿Ahogarse en el fondo del mar?

_ ¿A dónde va con todo esto señorita? _ preguntó uno de los marineros.

_ Se embarcan en un navío bajo el comando de un capitán que tiene sus mismos objetivos. Otra vez...robar, pelear y correr. Pasan sus días trabajando por una recompensa, que quizás, nunca llegue. Y si lo hace, sólo dos o tres de los aquí presentes vivirán para contarlo.

La camarera le entregó el vaso de ron al último de los hombres del grupo y dejó la botella sobre la barra. Se recostó ligeramente sobre la superficie y una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro. Su mirada se desvaneció, como si estuviera experimentando una poderosa sensación de seducción.

_ Pero este hombre... _ susurró sonrojada _. Es la oportunidad para aquellos que ven más allá del oro. Aquellos que buscan entender el motivo por el cual estamos aquí.

_ ¿Aquí en Kingston? _ preguntó uno de ellos.

La camarera lo miró intensamente, riendo suavemente. Luego inclinó su cabeza aún más hacia el grupo de marineros, quienes instintivamente hicieron lo mismo para escuchar con mayor atención lo que estaba a punto de decir.

_ Aquí...a la vida.

La camarera regresó rápidamente a sus tareas habituales, y los hombres presentes intercambiaron miradas entre sí. Algunos se jactaron y asumieron que las palabras de la camarera eran simplemente una fantasía, retirándose del círculo. Otros, en cambio, permanecieron con la mirada perdida, tratando de comprender lo que había dicho. Kidd, quien pertenecía al grupo de los que se quedaron reflexionando, se acercó nuevamente a la camarera con su vaso de ron en la mano.

_ ¿Ese capitán es su esposo? _ preguntó.

La camarera soltó una carcajada forzada mientras limpiaba uno de los vasos de la barra con un trapo húmedo, riendo con sarcasmo pero en su interior, ocultando una profunda decepción.

_ Oh...desearía tanto que lo fuera. No pude darme cuenta en ese entonces _ susurró para sí misma _. ¡Pero si es aventura y la verdadera fortuna de la vida lo que buscan!, entonces él es su hombre _ contestó.

_ ¿Cómo es su nombre?_ preguntó Kidd ansioso.

_ Él es el Capitán Jullias Victam.

FileiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora