Ya solo quedaban algunas pocas sirenas en la cueva. Aquellas que quizás habían forjado un fuerte vínculo con los aventureros allí presentes. Kidd tomó la mano de Lirriel y con una sonrisa la besó mirándola a los ojos. Lirriel, ya dentro del agua, se acercó nuevamente y acarició el rostro del joven antes de darle un beso en la frente. Él la contemplaba sonriente mientras la criatura marina retrocedía sin sacarle los ojos de encima. Kidd levantó su mano, le lanzó un beso y la saludó. Ella lo miró sonriente y desapareció en el agua. El joven se quedó un momento observando las burbujas que ascendían a la superficie en el preciso lugar donde Lirriel había desaparecido. Luego, miró a Barry, quien permanecía recostado y ahogado en llanto en aquella solitaria roca. Kidd caminó hasta él, se sentó a su lado y puso su mano sobre su hombro, dándole pequeñas palmaditas mientras una enorme sonrisa iluminaba su rostro, con la mirada perdida en aquel lugar donde ya no había burbujas que ascendieran.

_ Simplemente no es posible _ le dijo Fileia al Capitán Victam, quienes permanecían sentados bajo las abundantes palmeras de la pequeña playa de la cueva _. Somos criaturas del océano, no pertenecemos aquí, no es lo que somos.

_ Tiene que haber una solución _ contestó él.

_ No la hay, Jullias.

_ ¿Es por el tiempo? ¿O acaso la distancia? Puedo esperar, Fileia. Por ti, esperaría lo que fuera necesario _ dijo él, intentando encontrar la manera de comprender.

_ Sé que puedes, Jullias. No es el tiempo ni la distancia...

Se generó un silencio entre la intensa mirada de la sirena y el hombre que tomaba su mano. Ella tomó aire y casi en llanto explicó.

_ Si abusamos de la superficie, nuestros cuerpos no resistirán lo suficiente. Moriríamos en cuestión de días.

Fileia agachó su cabeza dejando caer una lágrima. Él secó la lágrima con su mano mientras que ella la tomaba y apretaba con fuerza.

_ No podemos estar juntos en esta vida, Jullias.

El corazón del Capitán Victam comenzó a latir muy fuerte, una vez más en su cabeza había sucedido algo que no sentía hace varios meses, un instante de claridad que hizo cuestionarse aquel comentario. Una vez más, había resuelto otro acertijo.

Se había dejado llevar tanto por los sentimientos de aquella hermosa mujer del océano que olvidó la historia que había escuchado sobre las sirenas. Recordó cómo solían atraer a los marineros varados con su canto para luego devorarlos. Pero ahora, esa historia le parecía absurda. ¿Cómo una criatura tan hermosa, pensante y madura podría comérselos? Simplemente no tenía sentido, y el tiempo se le estaba acabando. Fileia estaba más pálida de lo común y parecía cada vez más débil. Él la miró fijamente mientras tomaba su rostro con ambas manos.

_ Las sirenas... no se comen a los hombres _ dijo él.

Fileia lo miró rápidamente e interrumpió su llanto. Había escuchado perfectamente lo que había dicho, pero simplemente su cabeza no quiso procesarlo.

_ Jullias, no es posible _ contestó insegura.

_ Mírame a los ojos y dime que las sirenas se comen a los hombres.

La reina de las sirenas lo miró abriendo su boca sin poder emitir ni una palabra. Aquel hombre había descubierto el secreto más íntimo de aquella raza marina.

_ Fileia...

_ No...por supuesto que no _ dijo ella rápidamente.

El Capitán Victam se limitó a mirarla fijamente esperando una explicación. Ella, sumamente sorprendida, comenzó a mover su cabeza de lado a lado como diciendo "no".

_Si un hombre termina su vida en el fondo del mar en manos de una sirena _ explicó ella _. Obligaría a Los Maestros a que ambas almas se reencuentren en la siguiente vida. Pero Jullias, seremos otras personas, en otro plano dimensional, con otros pensamientos. Ni tú ni yo sabremos si va a ser posible para nosotros estar juntos.

El Capitán Victam desvió la mirada y reflexionó sobre esas palabras y las condiciones de los Maestros. Ahora entendía que las sirenas poseían una sabiduría increíble en lo que respecta al camino del alma, la evolución y el propósito de vida. Pero lamentablemente, no había prestado la debida atención a esta sabiduría. El tiempo avanzaba rápidamente, y la criatura marina se estaba desvaneciendo. Otros individuos, con pensamientos y propósitos diferentes, podrían estar en tierras distantes y alejadas.

Era demasiado para pensar, demasiado para la mente... así que decidió hacer lo que había hecho los últimos meses hasta ese entonces, lo único que le mostró el último camino hacia el viaje de su vida. Eligió creer.

_ No hay nada más _ dijo _. Mi propósito, mi viaje, mi deseo...termina aquí contigo, Fileia. Amar. Amar es lo que necesitaba en esta vida para completarla. El amor es mi recompensa después de tanto tiempo. Es el propósito por el cual todos nosotros estamos aquí. He viajado por todo el mundo enriqueciendo mi alma con pasión. Construí mi camino, me perdoné, evolucioné y logré amarme. Ahora mi deber es amar. Debo amar, Fileia y en esta vida no podré hacerlo. Elijo creer que te encontraré en la siguiente y estaré listo para darte todo el amor de mi mundo.

El Capitán Victam se acercó lentamente y tomó en sus brazos a la débil sirena, quien tenía sus ojos fijos en él y simplemente se dejó llevar por la decisión de aquel hombre. Comenzó a caminar hacia el agua. Kidd, Barry y todos los tripulantes del Missing Millon presentes ya estaban en sus botes. Se quitaron sus sombreros y observaron a su Capitán entrar al agua con la hermosa sirena en brazos. Una vez dentro, Fileia comenzó a recuperar sus fuerzas, y ahora era ella quien lo llevaba por el agua hacia el centro de la inmensa cueva en la Isla de Capri, mientras se miraban fijamente nariz contra nariz.

Los marineros empezaron a alejarse de la cueva en sus botes. Kidd volteó para ver al Capitán Victam una última vez y con una sonrisa clavó su mirada en el Missing Millon, que los esperaba anclado en la costa bajo la luz de la luna, imaginando cómo se vería tomando aquel timón dorado.

El Capitán y la reina de las sirenas, ahora se encontraban solos y en privacidad dentro de la enorme cueva de la Isla de Capri.

_ Gracias. _ dijo él mirando aquel par de perlas negras que la sirena lucía como ojos_. Por mostrarme el camino, mi reina Fileia.

Fileia sonrió y besó con pasión a ese hombre que había decidido terminar el camino de su vida en sus brazos. Lo tomó fuertemente y ambos se sumergieron en el agua.

Al cabo de unos pocos segundos, desaparecieron en la oscuridad y dejaron que las burbujas floten hacia la superficie.


FileiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora