CAPITULO 1

193 31 12
                                    

—¡De rodillas, puta estúpida!

Kim Seokjin giró bruscamente la cabeza y entrecerró los ojos, buscando en la multitud, a la persona que pertenecía esa voz. La conocía y sólo podía significar problemas. Había gastado mucho tiempo y dinero, asegurándose de que el bar Rusty Nail, fuese un lugar para que la gente se relajase, no para emborracharse. Se negaba a permitir gentuza dentro de su bar. El sonido de un puño golpeando carne, hizo que Seokjin apretase los dientes, la ira estaba sobrepasando el límite de sus nervios. No permitía que abusasen de alguien, incluso menos de lo que permitía a los idiotas que bebían demasiado, que fuesen irrespetuosos con otros.

Seokjin zigzagueó entre la gente que bailaba en el centro del bar, sus instintos lo llevaron a la esquina de la planta central. Alguien había atenuado las luces en ese lugar o las había roto. Las sombras que rodeaban la zona, no se suponía que fuesen así de oscuras. Mantenía la luz alta en el bar, por una razón. Al alcanzar el borde de la zona de baile, quería gruñir… o golpear a alguien. Si hubiese sabido que los Dirty Dozen se las habían arreglado para entrar en su bar, habría prendido una cerilla en el lugar, para que ardiese hasta los cimientos, preferiblemente con ellos dentro. No había mucha gente en el mundo a la que Seokjin odiase, pero había una razón por la que había dejado el Club de Motoristas de Dirty Dozen. A parte de que no le gustaban las luchas por el poder, que se traían en sus filas, despreciaba al hombre que estaba en la parte de arriba, buscando ser el “perro dominante”.

Gunwoo era simple y llanamente, un idiota. El hombre no tenía ni una neurona en su cabeza, sólo una tonelada de músculos para respaldarlo. Usaba su fuerza para conseguir lo que quería, que era prácticamente cualquier cosa que tuviese cualquiera, y no le importaba a quien tenía que herir para conseguirlo. El por qué le permitieron entrar al club de motoristas, era un misterio. El hombre tenía que ser puesto tras las rejas, o tras los muros de un psiquiátrico. Estaba loco. ¿Y quién en el infierno se hacía llamar Navaja? La vida no era una peli de motoristas para adultos.

Seokjin se detuvo a unos metros, de las mesas de la esquina. Sus ojos se fueron al hombre arrodillado en el suelo, por un breve segundo, antes de regresar al imbécil que lo sostenía agarrado por el pelo. Era fácil ver que el chico en el suelo sentía dolor y sin duda estaba aterrado. Sus grandes ojos mieles, dominaban su pálida cara gritando silenciosamente su angustia. Ni un sonido atravesó sus labios, casi como si supiese que no le haría ningún bien.

―Bueno, bueno, bueno―, dijo el hombre en la silla. ―Si no es otro que Kim Seokjin.

Seokjin cruzó los brazos. ―Navaja.

―Qué casualidad verte aquí.

―Soy el propietario. ―Y la mirada calculadora de Navaja, le dijo que ya lo sabía.

―No me digas. ―Una sonrisa cruzó los labios del hombre.

Seokjin inclinó la cabeza. ―¿Qué quieres?

―Bueno, ya que somos viejos amigos y eso, ¿qué te parece bebidas gratis, a cuenta de la casa?

―No.

―Entonces, una ronda, por los viejos tiempos.

―No.

Cuando Navaja fue a ponerse de pie, los dedos que tenía enredados en el pelo tiraron, haciendo que el hombre en el suelo gimiese de dolor. El sonido pareció recordarle a Navaja, que el hombre estaba allí, como si hubiese olvidado que estaba abusando de alguien.

―Te diré qué, nos das una ronda de bebidas a cuenta de la casa y dejaré que mi puta te chupe la polla. ―Navaja tiró duramente y el hombre de pelo oscuro, cayó contra él antes de luchar por volver a su posición, de rodillas. Todo su cuerpo temblaba, como si pensase que había cometido una ofensa, por la que sería castigado. Era probable. A Navaja siempre le gustaba que sus mascotas temiesen a sus puños. Los moretones que Seokjin veía en los brazos y cuello del hombre, demostraban que lo habían castigado más de una vez. Si Seokjin apretase más fuerte, los dientes se romperían en pedazos.

WINDY SPRING VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora