CAPITULO 11

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El corazón de Seokjin, parecía intentar salir de su pecho, cuando salieron de la carretera a un camino de grava. Eunwoo le aseguró que este era el único almacén en la carretera, un viejo almacén industrial abandonado. El sitio tenía luz en el interior, pero las ventanas estaban sucias y mugrientas. Seokjin rodó los ojos, cuando Eunwoo le dijo que esperase junto a la camioneta. ¿El hombre creía de verdad, que iba a quedarse allí sentado, mientras que Tae podía estar a meros metros de él? ¿Estaba loco? Saltó y fue detrás de Eunwoo y Yeonjun. Mientras se aproximaban silenciosamente al almacén, su garganta se sentía tan densa, que se preguntaba cómo podía llevar aire a sus pulmones. Había tenido más que su parte justa de peleas. Sabía cómo manejarse. Pero Tae estaba dentro, su dulce e inocente Tae, con su hermosa sonrisa y sus centelleantes ojos. Muchas cosas podían salir mal.

Eunwoo paró en el borde del edificio y se llevó el dedo a los labios. Considerando lo silenciosos que estaban intentando ser, ese gesto le pareció un poco extraño, hasta que vio a Yeonjun agacharse para que Eunwoo pudiese subirse a horcajadas sobre sus hombros. Seokjin se quedó con la boca abierta, cuando vio a Yeonjun ponerse de pie con facilidad, casi como si no sostuviese a su marido sobre los hombros. Eunwoo apoyó sus manos en el muro exterior y se asomó por el cristal, que daba al interior del almacén. Casi al instante, hacía señas a Yeonjun para que lo bajara. Nada más al pisar el suelo, sacó su arma e hizo un círculo en el aire con su dedo. Dos ayudantes del comisario y unos cuantos hombres vestidos de civil, corrieron hacia las puertas dobles de la entrada.

Seokjin sabía que debería quedarse atrás y dejar que los profesionales entrasen, pero Tae estaba en el interior. Sólo, no podía quedarse atrás y esperar al hombre. Necesitaba verlo con sus propios ojos. Necesitaba estar allí, para tranquilizar al hombre y decirle que estaba a salvo. Había fallado en cumplir su promesa de mantenerlo seguro. No iba a hacerlo de nuevo. Cuando dos de los hombres abrieron las puertas, entró rápidamente con Eunwoo y Yeonjun y unos cuantos hombres más. Seokjin inmediatamente localizó a Hajoon y Navaja en el centro del edificio, en medio de una pelea, destrozándose a golpes. Seokjin rogaba que Hajoon pusiese al hombre en la grava. Había muchos gritos y chillidos y los moteros corrían en todas direcciones. A Seokjin no podía haberle importado menos. Ni siquiera le importó cuando Yeonjun tiró a Hajoon al suelo, con un gancho derecho a su mandíbula. Oso rodó como una roca. Seokjin inmediatamente lo desestimó y se giró hacia el hombre, que lo miraba, como si nunca antes lo hubiese visto.

―Hey, cariño―, dijo Seokjin mientras agarraba suavemente la mano de Tae y tiró del hombre hacia él. ―¿Me echaste de menos?

Una lágrima descendió, por la mejilla magullada de Tae, mientras se presionaba entre los brazos de Seokjin, enterrando su cara en el pecho de este. Los ojos de Seokjin se llenaron de lágrimas, cuando sollozos silenciosos sacudían el pequeño cuerpo de Tae. Se inclinó y colocó su brazo bajo las piernas de Tae, llevando al hombre a sus brazos. El brazo de éste rodeó su cuello, la cara del hombre moviéndose hasta el hueco del cuello de Seokjin, que sintió la humedad de las lágrimas de Tae en su piel. Lo apretujó más y comenzó a susurrarle. Cuando la tensión, en el pobre cuerpo abusado de Tae disminuyó, Seokjin giró para dirigirse a la camioneta, encontrándose con que todo el mundo lo miraba.

―¿Qué?

Varios de los hombres, regresaron a lo que estaban haciendo. Yeonjun y Eunwoo continuaron mirándolo, como si le hubiese crecido una segunda cabeza. Seokjin frunció el ceño. Si querían ser raros, ese era problema de ellos. Necesitaba sacar a Tae de allí, a algún sitio seguro donde poder revisar al hombre de la cabeza a los dedos de los pies y tratar sus nuevas heridas. Y después, puede que intentase conseguir cinco minutos a solas con Navaja. Seokjin comenzó a dirigirse a la puerta, intentando sacar a Tae de allí, cuando escuchó un grito que le heló el corazón.

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