CAPITULO 10

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El sonido de borrachos riendo, despertó a Tae. Abrió los ojos con cautela y miró a su alrededor. Sabía, por su visión borrosa y las pequeñas rendijas por las que veía, que su cara estaba nuevamente hinchada, lo que apestaba. Había comenzado a acostumbrarse a ver su cara sin moretones. Aún así, lo que podía ver a su alrededor, le hizo desear estar ciego en vez de mudo. Estaba en algún tipo de almacén, que fue convertido en un garaje y en una especie de sede de un club para reunirse. Las motos estaban alineadas, al otro lado de la habitación, cerca de las grandes puertas de marquesina y había un montón de ellas. En el centro de la habitación, alguien había dejado un montón de sillones de segunda mano, que parecían haber sido sacados de basureros. Probablemente olían así también. Los sillones estaban casi llenos, hombres en vaqueros y cuero tumbados en ellos, como si no tuviesen preocupación alguna. La mesa de café, situada en el centro de los numerosos sillones, podía tener algo que ver con su juerga. Estaba llena de alcohol y de cuencos con hierba. Tae sabía por experiencia, que si se levantaba y miraba, vería débiles marcas blancas, sobre la mesa donde Navaja y los otros habían esnifado líneas de coca.

A pesar de las advertencias que habían recibido del líder de los Dirty Dozen, Navaja y los otros matones que lo seguían continuaban disfrutando de las actividades ilegales que querían. Era casi como si intentasen recrear las bandas de moteros de los setenta. No les importaba nada ni nadie, mientras consiguieran lo que querían. Y Tae estaba de nuevo con ellos, prisionero del sádico bastardo que los lideraba. Habría chillado por la injusticia, si su garganta no estuviese tan dañada, resultado de que Navaja lo asfixiara una vez más. Dudaba poder emitir un simple gemido ahora mismo. Apenas podía tragar. Tae intentó no moverse, ni hacer ningún ruido, que alertase a los otros de que había despertado. Cuanto más tiempo estuviese allí, tumbado, más tiempo podría evitar ser la puta de Navaja nuevamente y pretendía mantenerse lejos, el mayor tiempo posible. Había pensado, de verdad, que se había acabado esa vida para él. Incluso, con un pequeño resto de temor que persistía, había comenzado a creer que podía haber escapado del monstruo. Tumbado allí en el suelo, magullado y golpeado, esperaba a que el paralizante terror lo controlara. Pero no lo hizo.

Claro, estaba asustado y, Dios, con dolor, pero estaba vivo y cuanto más tiempo viviera, más oportunidades tenía de regresar con Seokjin. Cómo era que sabía eso, era un completo misterio. Sin importar lo que le ocurriera, mientras tuviera aliento, sobreviviría al infierno que Navaja le impusiera. Seokjin le enseñó eso en sólo unos pocos días. Su amabilidad y cuidado, fue dado sin pedir nada a cambio, aunque el hombre le fuera a alejar de su lado. Se lo había dado libremente y puede que esa fuese la diferencia. Seokjin nunca lo trató como si estuviera roto. Ligeramente dañado, sí. Roto, no. Y podía tratar con el daño. Tae vio los ojos de Navaja brillar en su dirección. En vez de cerrar los ojos y pretender dormir, se incorporó hasta sentarse. Navaja abrió sorprendido los ojos y se levantó despacio, rodeando los sillones, para llegar a él. Tae estaba de pie antes de que el hombre pudiese llegar a él. Un vistazo rápido al cemento a su alrededor, le reveló que no había nada que pudiera usar como arma, pero puede que pudiera encontrar algo, una vez que Navaja comenzara a tirarle cosas. No iba a caer en el suelo sin luchar.

―¡Sobre tus rodillas, puta estúpida!

Tae levantó su dedo medio y mandó de paseo al hombre. No sabía quien estaba más sorprendido por su arrebato, él o Navaja. Cuando este levantó su mano en el aire para abofetearlo, levantó la barbilla y miró al hombre directamente a los ojos.

―Parece que has olvidado tu lugar, mascota.

Tae gruñó, cuando golpeó el muro tras él. Levantó la mano y se apartó el hilo de sangre de la esquina de su labio, antes de mirar directamente a Navaja de nuevo. Desearía tener su voz de vuelta. Tenía unas cuantas palabras, reservadas para el matón. Su nueva confianza adquirida, iba a meterlo en problemas. Lo veía, sabía lo venía después. Conocía el tipo de infierno que Navaja lo haría atravesar. Y puede que fuese, porque había experimentado la ternura en la forma más simple y se negaba a rendirse sin luchar, aunque significase salir pateado. Navaja agarró un puñado del pelo de Tae, tirando su cabeza hacia atrás Hasta que éste, estaba seguro de que su cuello estaba a punto de romperse.

WINDY SPRING VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora