Capítulo 8: La voz de un ángel

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El beso que me había dado Lidia en la comisura de mis labios seguía muy presente en mí, mi corazón se aceleró cuando lo recibí, sentía que me iba a desmayar y para ser sinceros, me gusto, fue muy tienro.

—¡Miriam! Ya llegaron los del super con el alcohol para hoy —me grita Xavier.

Estamos en nuestro rancho en Zona Esmeralda, es un lugar grande y con mucho bosque, más aparte nuestros establos y lugar de crianza, tenemos dos.

En uno están los caballos de la familia mientras en el otro es donde tenemos las crías que vende mi padre para las escaramuzas, obviamente junto con la madre en turno.

Mi corcel, Conde, es el padre de todos ellos, y lo adoro demasiado al condenado, lo tengo desde que era un potrillo, lo crie con ayuda de mi hermano Marlon, él me ha enseñado todo lo que se de estos hermosos animales.

Tenemos también un cómo salón de fiestas, donde vamos a estar reunidos todos, nuestros invitados consisten en nuestro círculo cercano, de Xavier y mío, entre ellos incluí por obviedad a Miriam y sus amigos skate, aparte mi hermano invito a Yesenia, con quien sé que se había estado mensajeando y se vieron una vez, se llevan muy bien.

—¡Voy!

Camino hacia la entrada donde ya me está esperando mi hermano con un repartidor, y escucho otros pasos atrás de mí, viendo a mi hermano mayor llegar con nosotros, él iba a supervisar todo y detrás de él, una chica morena de ojos negros muy hermosos y un cabello del mismo color, mi cuñada hermosa, Alejandra.

—¿Todo bien Miri? —pregunta mientras ve al repartidor del super con muchísimas cajas de alcohol, botana y algunas cosas de comida.

—Si Marlon, sólo recibiendo lo que pedimos.

Tiene los ojos muy abiertos, creo que no se esperaba eso, al menos no tanto.

—Tienen suerte de que mamá y papá estén de viaje en Canadá —señala.

—No seas aguafiestas amor, digo tu hacías fiestas peores en la facultad—dice mi cuñada riendo.

—¡Por eso te amamos cuñis! —dice mi hermano menor.

Ella alza la ceja.

—Y por qué cuidas de Marlon —secundo ganándome una sonrisa de ella.

—Iremos a la Cúspide, tenemos que comprar unas cosas —nos dice Alejandra —. les deje preparados unos huevos con jamón para que desayunen.

Xavier y yo la abrazamos, la queremos mucho, había sacado a mi hermano de muchos problemas, antes era el un chico problema, se drogaba y tomaba de más y todo por una de sus exnovias, que lo había dejado muy lastimado, pero ella tuvo la paciencia suficiente de lidiar con su corazón roto y cuidarlo.

Teníamos miedo Xavier y yo de que algo le pasara, teníamos quince y nueve años, y era pelea tras pelea con mis padres, porque gastaba mucho en bebidas embriagantes y droga, después la conoció a ella, quien estuvo ahí con el todo el tiempo y lo ayudo a desintoxicarse, a pesar de que mi madre no la quería por cómo se veía, decía que era muy humilde, pero permació firme con él.

Ahora sabemos que, para mi hermano, no hay nadie más en este mundo más que ella, es la luz de sus ojos.

Recibo las cosas y pago con mi tarjeta.

Estoy muy emocionada de ver a Miriam, nos hemos hecho muy unidas y salimos mínimo una vez a la semana juntas, llevamos haciéndolo aproximadamente un mes y medio y puedo decir que cada día me gusta más.

Ocho de la noche, Rancho de los Gaytán.

Estamos mis amigos, los de mi hermano y nosotros dos sentados en un círculo con algunas sillas platicando de cosas cómo la escuela y demás, no éramos muchos aproximadamente doce mis tres amigos, aparte de Carla una amiga de la carrera de historia, Armando un chico que es gay y super buena onda y los demás amigos de mi hermano, casi todos de los que jugaban videojuegos.

Entre Charros y PatinetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora