Extra lll: Tercer Fragmento del diario de Lidia.

37 7 15
                                    

Panda — 3+1

Sabes bien se me dificulta hacerte saber

Se me dificulta ver Nada es de tu agrado

Sabes que te amo y no lo aguanto no lo aguanto

Y fíjate que los dos prometimos algo que no se cumplió

Me lo hiciste otra vez, ya no lo puedo creer

Ojalá y un día se te regrese

25 de junio 2023.

La volví a ver después de años sin saber de ella, me dolía verla ahí enfrente de mí, jamás pensé que ella aparecería de nueva cuenta y mucho menos cuando ya estaba sobreponiéndome de la agonía que había dejado cuando me dejo y me humillo, ella se había convertido en mi todo, deje muchas cosas de lado sólo por estar bien en su vida, incluso intente cambiar mi manera de ser para tenerla feliz pero jamás funcionó.

Verla enfrente de mí era como sentir miles de metales clavándose en mi corazón, de esos que están calientes, hirviendo, me mataba me hacía agonizar cómo jamás me había pasado, quería gritar quería llorar, mandar todo al infierno, ¿cómo era posible que ella estuviera ahí parada sin sentir nada?

Ella me dejo muy mal, me destrozo de las peores maneras, di todo por ella, me peleé con mi mamá, gastaba mi poco dinero para ayudar en la casa en regalos y ella exigía más y más conforme pasaba el tiempo, y jamás mostro amor hacia mí.

¿Qué hice mal para tenerla que ver nuevamente? ¿Por qué tenía que sufrir todos esos recuerdos que quería olvidar?

El dolor de jamás ser suficiente para alguien, de siempre ser a la que le tenían lastima por nunca estar al nivel de las personas, que te señalen como si fuera aquella mierda sólo pro tu color de piel o tu estatus social.

¿Por qué el mundo es tan mierda?

¿No todos somos iguales?

¿Qué nos hace diferentes?

¿Dinero?

¿Contactos?

¿Estudios?

¿Oportunidades?

Carmen se comió muchas de mis esperanzas cuando la conocí, ella siempre se encargó primero de hacerme sentir bien, pero cuando estábamos con sus amigos o su familia, sólo era la amiga a la que ayudaba porque no tenía la misma suerte que ella de nacer en una puta cuna de plata.

¿Quién se creía para decirle a todos que no tenía mucha oportunidad?

Pero a los minutos que nadie estaba me abrazaba y besaba como si no hubiera un mañana y eso me confundía mucho.

¿Tan diferente era yo de todas las demás personas que la rodeaban?

¿Le apenaba que todo mundo viera que nos queríamos mucho?

¿Por qué era chica?

¿Por qué era pobre?

¿Por qué era morena?

Ella se convirtió en esa persona que adoré durante mucho tiempo y mis propios amigos me señalaban que no era para mí, que para ella sólo era un juguete más de su repertorio, la chica ruda que usaba para que las demás personas la dejaran en paz, pero yo no lo quería creer, quería solamente protegerla de todo mundo, pero sabes que fue lo peor, que ella si me estaba usando.

Cuando Alan se enfermó de la panza, salmonelosis y casi se nos muere, ella no se preocupó, ni me ayudo con nada, sólo me dijo que tenía cosas que hacer y que esperaba que esperaba que todo saliera bien.

Gracias a seguro de mi madre, por el trabajo que tenía en ese entonces pudimos ingresar a mi pequeño hermano al hospital, y que fortuna se curó, tal vez no de una manera rápida, pero al final estuvo bien.

Fueron día duros, por todas las medicinas que no tenía el seguro y que le teníamos que dar a Alan, trabajaba dobles turnos con Beto, mi mamá igual, y Yesenia se ofrecía hacer tareas de otros en la escuela para poder tener al pequeño en óptimas condiciones.

Jamás le pedí algo, más que esa vez y fue que me ayudará a encontrar otro trabajo, ni si quiera le pedí dinero ni nada por el estilo.

Ella se burló.

«¿Quién de mis conocidos le daría trabajo a una niña que ni a la universidad pudo entrar?»

Eso me dolió mucho, yo era muy chambeadora, sabía hacer muchas cosas y nunca me rendía, pero eso nunca fue suficiente para que Carmen me tomara en serio.

Ese día me quedé plasmada al volverla a ver, no sabía que hacer, tenía miedo, sentí cómo mi cuerpo tembló, me acobardé, más cuando se burló de la manera en la que me veía.

«Igual de marimacha cómo siempre por no ser bonita, sigues siendo la vil gata que siempre has sido, una arrastrada más, un despojo de la humanidad, la inmundicia hecha humana.»

Fueron sus palabras que se clavaron en mí, sólo me pude hacer para atrás, acobardada, con miedo de lo que fuera a pasar que ella me señalará enfrente de Miriam y ella dejará de verme cómo me gustaba, que perdiera la fe en mi persona cómo muchas personas lo habían hecho.

Pero no, mi charrita hizo algo que jamás pensé que podría hacer, mis ojos no dieron crédito a ello.

Le dio una cachetada que le volteo el rostro a Carmen y los ojos de Miri eran fuego puro, se notaba su odio y su enojo, jamás la había visto así.

«Mira perra, con mi chica no te vuelves a meter Carmen por que la próxima vez el golpe va a puño cerrado.»

Estaba que echaba chispas, cómo una diosa griega, me recordaba a Atenea, digna guerrera y lo mejor de todo es que estaba perdidamente enamorada de ella.

Ellos se fueron, no querían más problemas.

Yo seguía en un estado de miedo, nunca antes me había paralizado por alguien y mucho menos mostrado miedo ante ese tipo de situaciones, sin embargo, esta vez fue diferente.

Y Miriam lo noto.

Sentí sus manos en mi rostro y me obligaron a verla, una sonrisa se esbozó en sus labios y beso la comisura de los mios.

«Tú eres una diosa Mexica, vales más que nada en este mundo, y en mi universo, tú eres el infinito.»

Mi corazón se desbordo en esos momentos por ella, la abrace hundiéndome en su aroma a manzana.

La amaba más que a la vida misma. 

Entre Charros y PatinetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora