Capítulo 13: Tu felicidad es la mía.

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No puedo dejar de pensar en Lidia, no después de ese beso que nos dimos después de nuestra cita, sus labios, su sonrisa, sus manos rosando mi cara, sentir su aliento y su respiración fue lo mejor que me ha pasado en la vida, un beso suave al principio pero que aumento conforme lo seguíamos.

Nadie llevó el compás, nuestras bocas dominaban sobre la otra, a veces ella llevaba la batuta en otros momentos la llevaba yo. Aún recuerdo cómo mi corazón casi se sale de mi pecho, sentir ese arrebato que tuvimos fue perfecto.

Hoy tengo un evento de charros, una escaramuza que será en uno de los establos de Naucalpan de Juárez, sería un evento grande del Estado de México, pero desafortunadamente era auspiciado por el senador Ortiz, y por obviedad mi madre me había hecho participar en él, para quedar en su buen lado del cerdo ese.

Invité a mis amigos y a los chicos Skate, por obviedad a Lidia, quiero que me viera haciendo una de mis más grandes pasiones aparte de cantar y cocinar.

Estoy ya arreglada, por reglamento tenemos que usar un vestido de "Adelita", de aquellos que usaban las mujeres en la revolución mexicana, aunque podías usar ya sea de charra de gala o de china poblana, daba igual, el punto es que tenías que estar bien presentable.

El mío es un vestido rosa que llega hasta el cuello, con garigoleados bordados en el mismo de flores, sostenido con un rebozo artesanal rosa y la falda larga de olanes que se empiezan a la mitad de la pierna, con unas botas estilo Jalisco que blancas que me llegaban a tres cuartos de la pantorrilla.

La cereza del pastel era mi sombrero de palma blanco con adornos bordados a mano, que eran dos caballos, de color café.

Una ligera capa de maquillaje adorna mi rostro, mientras que mi cabello está amarrado en trenzas con dos moños blancos, me veo excelente.

Ya estamos en la explanada mi familia y yo, bueno mejor dicho en las caballerizas, donde mis hermanos están viéndome, siempre se preocupan cuando entro a estos eventos, más que nada por qué a pesar de todo pues pueden ser de cierta manera peligrosos, pero a mi jamás me ha pasado nada y planeo que siga mi saldo igual.

—Arreglate bien el vestido —dice mi madre, pero la ignoro y me acerco a mi padre.

—¿Me ayudas papá por favor?

Una sonrisa se le dibuja en el rostro, eso me pone contenta a mí.

En estos últimos meses él y yo nos habíamos hecho más cercanos de cierta manera, soy más empática con él, y empezo a ser más abierto conmigo, algo que le agradezco mucho porque ahora entiendo gran parte de su dolor y enojo, todo causante por mi madre.

No entiendo cómo la puede amar tanto, me saca de onda entendiendo todo lo que le ha hecho a lo largo de su vida de casados, los engaños, el dolor, incluso pensaron que Xavier no era hijo de él, por fortuna la prueba de paternidad fue positiva, eso calmo mucho a Don Gaytán.

Me arregló un poco los olanes y el vestido, emparejando mi cuello bien.

—Te ves hermosa Miriam —sus ojos brillan con orgullo, y no era un secreto que yo soy la luz de los ojos de mi padre.

—Gracias papi —lo abrazo de manera fuerte, tomándolo un poco desprevenido ya que es una persona que le cuesta mostrar sus sentimientos y más aún que le muestren afecto, era un hombre chapado a la antigua.

En ese momento veo que uno de los trabajadores viene caminando con Conde, le hicieron un examen médico que es algo que se tiene que hacer en toda competencia, para saber si el caballo esta óptimas condiciones y bien cuidado, la asociación es muy estricta con el cuidado de nuestros compañeros.

Entre Charros y PatinetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora