νєяѕє ƒινє

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Al día siguiente, Minho esperaba recargado en un poste de teléfono a lado de la parada de autobús, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta deportiva.

Miró la hora en su reloj digital, todavía faltaban cinco minutos. Se enderezó y caminó de un lado a otro, nervioso, aunque sin saber por qué. Volvió al punto de encuentro y sacó su teléfono para perder el tiempo en redes sociales, tal vez debió haberle pedido su número de teléfono a Han para estar en contacto, pero no se le ocurrió que el punto de encuentro fuera difícil de localizar. Estaba pensando en eso cuando Han Jisung llamó su atención con un suave toque en su hombro.

—Hola, ¿esperaste mucho? —preguntó.

Minho se giró hacia él, controlando su expresión en fingida indiferencia.

—Acabo de llegar —dijo.

Jisung le sonrió asintiendo con la cabeza, y ambos caminaron en silencio hacia la casa de Lee, que estaba a un par de cuadras de la parada de autobús.

—Es un bonito vecindario —comentó Han, mirando alrededor mientras caminaban por una calle estrecha llena de casas enormes con apariencia antigua.

Jardines coloridos alegraban las sobrias fachadas de piedra.

—Es viejo, herencia de los abuelos, mi mamá creció aquí —explicó Minho—. No es una casa nueva en un barrio de lujo como la tuya, pero está bastante bien, es agradable y tranquilo, la mayoría de los vecinos son gente mayor.

—Qué dices, estas casas son tres veces más grandes y más caras que la mía... —comentó Han, admirando las viviendas de una arquitectura tradicional coreana.

Al final de la calle cerrada, Minho se adelantó y abrió la verja de hierro forjado que chirrió con un sonido un poco escalofriante. Jisung lo siguió a través del jardín por un camino empedrado, admirando la arquitectura desde afuera. Era de un estilo ecléctico que combinaba muy bien el diseño tradicional con algunos elementos occidentales, como el verde jardín con una pequeña fuente al centro, las estatuas y las mesas de herrería, las puertas eran de cristal en lugar de bambú, pero la estructura de la casa era toda de madera.

Minho sacó sus llaves y abrió la puerta principal, luego entró quitándose los zapatos deportivos y dejándolos regados en la entrada.

—Pasa —le dijo a Han.

—¿Tus padres no están? —preguntó Jisung mientras se quitaba también los zapatos y los dejaba ordenadamente en un lado de la puerta, acomodando de paso los de Minho.

—Mamá está trabajando —respondió Lee— y mi padre no vive con nosotros.

—Ah... —susurró Han, un poco arrepentido de haber preguntado, pero al mirar a Minho se dio cuenta de que no parecía molesto por la intromisión.

—¿Quieres algo de beber? Tenemos jugo de manzana y naranja, ¿cuál prefieres?

—Cualquiera está bien —dijo Jisung, sentándose cautelosamente en uno de los sofás de apariencia clásica, ébano y tapiz de cuero.

Minho se encogió de hombros y desapareció en la cocina, volvió luego de un minuto con dos vasos de jugo y una bolsa de frituras.

—Puse mitad y mitad —Minho le pasó un vaso y Jisung lo tomó inspeccionando la bebida con una mueca de asco—. Estoy bromeando —sonrió Lee—, es solo jugo de manzana.

Han asintió y le dio un sorbo, luego sacó el pesado libro de cálculo y su cuaderno lleno de notas ordenadas.

—Muy gracioso —dijo, pretendía que sonara como una reprimenda, pero estaba sonriendo también—. Deberíamos empezar a estudiar.

Soneto de amor tras bambalinas [minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora