Afgán

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Atenea

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Atenea

Mi cuerpo se abalanza contra él y mis labios adictos a los suyos no se sueltan en ningún momento, su manos las lleva por toda mi piel, sediento de conocer cada secreto que en él posee, separa mis labios y decide dejar besos húmedos por todos mi cuerpo sus manos se dirigen a mi pezones masajea, juega con ellos y aprieta, siento su lengua en mi labios, se me escapa un pequeño gemido y sonrió al oírme.

- Me gusta que estés tan húmeda, Atenea...

Atenea...

Atenea...

Pestañeo dos veces y miro a mi padre quien está sentado al otro extremo del mueble.

- ¿Cuánto dormí? – le pregunto

- Una hora para ser exactos – sonríe – pero te desperté porque no dejabas de moverte y pensé que tenías pesadillas, me preocupe.

Si supieras que era una pesadilla muy caliente.

Cállate.

Sonríe al oír a mi padre y escuchamos que Adams había entrado a la casa, mire su traje tan formal y me imagine en muchas formas en la que podía quitárselo poco a poco...

Atenea tu padre te está hablando.

- Si así lo prefieres pequeña – es lo último que escucho decir  de mi padre, miro a Adams y este se ríe.

- Lo siento papá no estaba prestando atención – rodeo los ojos – sucede que aun asimilo todo.

Asimilando el cuerpo de Adams querrás decir.

Mi padre asiente.

- Que si prefieres irte con Adams mientras yo arreglo tus cosas y te las llevo hasta Afgán, así conoces un poco el lugar, pero eso si tengan mucho cuidado.

- ¿Por qué? – pregunto

- Phoenix – hablan los dos al unísono

- ¿Quién es ella? – Adams rodea los ojos

- No parar de hacer preguntas – se muerde el labio – cuando llegues allá te terminaras de enterar.

- No le hables así a Atenea Adams.

- Dile a tú amigo que no se me aparezca, si no quieres verme cabreado – le dice

- ¿Qué? No puede ser.

Los miro a los dos para poder entender la expresión de mi padre a lo que Adams dijo pero termino sin entender y frustrándome por tantas cosas que hay que hacer, arreglar, conocer.

Y sobre todo averiguar esa carta y conocer aquel tipo que me la dio, sé que me dijo que no investigara, pero la curiosidad me gana.

Veo a Adams y salgo de la casa con él, caminamos un poco hasta llegar al callejón, en donde comenzó todo, lo mire y sonreí, el solo siguió caminando en pasos apresurados llegamos a una puerta con manchas de colores al descubrir lo que se encontraba adentro. Muchos árboles un clima muy cálido.

Lo mire y sin darme cuenta me tomo de la mano, sus manos sudaban nos adentramos y como lo supuse habían muchos arbustos la entrada un tanto oscura, pero aun así, seguí a Adams.

- Por aquí – me mira - Gal, ¿estás ahí?

Noto que un árbol se mueve y Adams sonríe, sale una bella mujer con piel de porcelana y cabello frondoso color miel, nariz perfilada, labios carmesí y una vestimenta bastante descubierta para el clima en el que nos encontramos.

- Hola, al fin te veo – habla la chica con una voz muy dulce

- ¿Qué eres? – le pregunte.

- Atenea ella es galilea y es un Hada...

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