Hadas

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Desde muy chiquita siempre he creído que la hadas son humanos pequeños con alas en la espalda y polvillo mágico, pero eh de decir que todos estos años estuve equivocada, que no es así, ¿nos encontramos a un hada? si, como lo escuchan

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Desde muy chiquita siempre he creído que la hadas son humanos pequeños con alas en la espalda y polvillo mágico, pero eh de decir que todos estos años estuve equivocada, que no es así, ¿nos encontramos a un hada? si, como lo escuchan.

- Hola Atenea – se acerca a mí – como dijo Adams soy un Hada.

- Hola ¿Eres de las buenas? – le pregunto.

La chica al frente de nosotros esbozo una risa y sus cachetes se ruborizaron, estaba concentrada tanto en su belleza que se me olvidó que tenemos que hacer en Afgán.

- Atenea – Galilea hablo y me saco de mis pensamientos – tenemos que ocultarlos, Phoenix no te puede ver saben que ustedes vendrán a quitarle el trono – miro a Adams – Adams vamos.

El camino se hizo largo Galilea nos decía cada dos minutos que faltaba poco, pero después de una hora llegamos al sitio y debo decir que nos encontramos con muchas hadas, tantos hombre como mujeres, entramos a su casa y nos dejo a Adams y a mi mientras ella buscaba algunas cosas, yo solo veía todo tan irreal y mágico aunque siempre creí que la magia no existía.

- Hadas – susurro Adams y yo lo mire – conocedoras de guardar riquezas y locas por tener una familia, hacen de todo para obtener lo que quieren – me miro – se caracterizan por su habilidad innata de manipular la magia o periodos de vida – esbozo una pequeña sonrisa y susurro – Hadas...

- ¿Y tú como sabes eso? – le pregunte y frunció el ceño.

- Viví parte de mi vida aquí antes de irme definitivamente al mundo mortal – suspira – sé muchas cosas de este pueblo y sé que lo harás bien.

- Pues me temo que todos han puesto su confianza en mí cuando yo apenas me creo todo esto Adams – ojeo todo nuevamente hasta poner mi ojos en él otra vez – ¿Cuándo te enteraste que este mundo existía?

- No son cosas de la que te debes enterarte  Atenea.

- No digas que es mi problema porque si lo es.

- ¿Soy tú problema? – me pregunta

- No eres nadie para mi.

Su sonrisa apareció y solo pensaba en intentar todo lo que hicimos en aquel sueño que tuve.

- No digas eso, que se te puede caer la mierda encima.

- ¿Hablas de que me puedes gustar? – le pregunto y el asiente – Olvídalo Adams eso no pasara.

- Solo porque tú mente lo niego no quiere decir que tú corazón también lo haga atenea – escuchamos la dulce voz de Galilea aproximarse – son tan poderosos estando juntos, pero la verdad quiero que el destino lo sorprenda

Se sentó al frente de mí y cruzo las manos, me miro y por un momento me hipnotizó su belleza.

- Voy a hacer clara y concisa Atenea – tomo mi mano – me mostré ante ti porque ya sé a lo que vienen y todas las criaturas místicas que habitamos aquí, estamos contigo, exceptos – pensó mucho y luego se levantó – tienen que hacer que los ciclopes confíen en ustedes y los apoyen también, pero que Phoenix no se entere que estas aquí.

- Phoenix, ¿Quién es ella? – pregunto

- Adams te responderá todas tus preguntas – lo mira – todo lo que necesitas saber él te lo dirá

Asiento.

- Atenea, ¿te puedo dar un consejo? – me pregunto y asentí – la mente es muy poderosa y no sabes cuánto y ese es tú fortaleza y tu perdición, controla tú mente o si no, ella terminara consumiéndote.

Mire a Adams y el solo sonreía

- Hare todo lo que este en mis manos para ayudarlos.

- Sabemos que lo vas a lograr, pero ahora tienes que descansar, Adams llévala a casa, nos veremos luego.

Adams y yo salimos de su casa y emprendimos un viaje al que ahora será mi hogar.

***

Llevábamos mucho tiempo caminando y solo quería llegar y acostarme como por tres días, Adams miro mi rostro soñoliento y rodeo los ojos

- Ya llegamos.

- Yo no veo ninguna casa Adams.

- Griega observa.

Salto y en la tierra se hizo un gran agujero me asuste al momento en que Adams desapareció, pero recordé que vivimos bajo la tierra y eso solo me hizo soltar una risa, así que salte y resulta que hay agujeros por todos lados al sentir bajarme solo reí y reí hasta que pude ver luz al aterrizar no podía creer con lo que me encontré.

Las paredes están hechas de madera al igual que el piso, había cocina, un baño hermoso y siete cuarto personalizados, muebles y mesas, eh conseguido una casa bajo la tierra.

- Chicos se lo dije la puerta a la casa es divertida no escucharon la risa de nuestro caramelito – vi a Alexander en el suelo con unos papeles y a simple vista no se podía a preciar de que se trataba - ¿Cómo estas caramelito?

- Bien – le sonrió

- Bienvenida Atenea – habla Harry – esperamos y te acostumbre a tu nueva vida – mira a Adams – enséñale la casa.

Sé que me enterado de muchas cosas de una manera inesperada y que aún no me lo creo, menos la parte donde viviré con otras personas a las cuales no conozco, pero mi padre siempre me han enseñado que cada persona tiene su personalidad y debemos respetarla solo que Harry se nota muy callado y distante, mientras él se marcha Alexander le hace muecas que hace me hacen reír.

- No te preocupes por él caramelito, nuestro Harry es así- me sonríe y se marcha.

- Ven te mostrare la casa - insinúa Adams.

Adams me enseño más cosas acerca de la casa, me encontré con un cuarto de prácticas y uno de armas – en donde nos quedamos más tiempo – al mostrarme cual sería mi habitación y decirme las reglas de la casa me tire en el mueble y cerré mis ojos, pero la mirada de Adams no me dejaba concentrarme en mi sueño.

- Deja de mirarme.

- No quiero – se acomoda un poco más cerca de mí – no puedo dejar de pensar en cómo movías tus caderas aquella noche.

- Entonces guarda bien esa imagen porque no volverá a suceder.

Lo miro y noto que se está riendo, mira hacia todo lados y se acerca aún más

- Grábate esto griega cuando quiero algo lo consigo – miro sus hermosos orbes y otra risa aparece – y créeme que tú no será una excepción.

- Te deseo suerte entonces.

El guapo nos quiere y admite que te gusto lo que te dijo.

Solo es un idiota

Un idiota con el que sueñas y no precisamente pesadillas.

Me rio al escuchar lo que mi mente dice y Adams frunce el ceño, me vuelvo a acomodar en el mueble y cierro mis ojos.

- No necesito suerte griega – siento su mano en mi pierna y no puedo evitar sentirme nerviosa – con tan solo tocarte reaccionas, la suerte déjasela a otros idiotas que quieran conquistarte – se acerca a mí y deja un sonoro beso en mi frente.

¿Qué harás?

¿Me dejaras esto a mi sola?

sé que lo sabrás manejar.

Sueltoun suspiro y camino a mi habitación

LegiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora