🅿🆁🅾🅻🅾🅶🅾

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Servicio de Cazafantasmas

Llamar a 555-2638 o 07987654321


—No te miento, ¿viste?

Brian vuelve a ojear la pequeña tarjeta que Freddie dejó olvidada sobre el mesón de la cocina desde que volvió del centro comercial. Alza la vista, y Tim lo sigue observando con la misma expresión conflictuada.

—¡¿Es este el fin del Hombre Araña?!

—¡Sht! Es por cosas así que Freddie sabe que estamos aquí, Tim. No te callas... —reniega Brian, pues su amigo tiene la pésima costumbre de no ser discreto, y esa era la primera y más importante de las indicaciones que Beach les había dado cuando despertaron ahí, en el ático de la enorme mansión, como un par de fantasmas más del montón en esa vieja pero lujosa casona.

Cuando Beach se encontraba ahí con ellos eran pocas las ocasiones de imprudencia, pero desde que logró resolver sus problemas en el mundo de los mortales y fue a la otra vida, no había nadie que controlara el corretear de los niños, o sus juegos de canica, en los oscuros pasillos del segundo piso; o el llanto amargo de la bella Jane Asher, quien lloraba hasta ahora, años después, por la cruel pérdida de su amado. Ni mencionar los rumores que corrían, en aquellas tardes heladas de invierno, por los rincones más remotos de la casa, y que eran esparcidos por los cuatro greñudos de Liverpool que acostumbraban reir, abrir y cerrar puertas, y prender la radio, la tele e incluso apagar la hornilla de la chillona, sin que nadie les detuviese.

Todo, porque Beach ya no estaba.

Freddie suele entrar en los dormitorios y hablar con ellos, porque no los considera una amenaza. Este sujeto, el nuevo dueño de la mansión, a diferencia de los últimos dos, no salió corriendo con el más mínimo ruido... pero ganas de seguro no le faltaban, pensaba Brian, a su esposo Jim, un hombre fornido y de aspecto amable, que para su porte estaba aterrado de un par de sombras. Jim saludaba tembloroso y pedía permiso para entrar a su propia sala a fin de que nadie le de un infarto cada que se asomaba para apagar la tele a las tres de la mañana. Ellos conocían ya las manías de todos ahí, y se las ingeniaban. 

Entonces todos habían llegado a la sana conclusión de que esta nueva pareja era rara, porque los aceptaba, así como eran: fantasmas.

O eso pensó hasta que Tim le enseñó ese colorido volante, decorado con unos simpáticos dibujitos del clásico fantasmita y un signo de prohibido encima. Era idéntico al de la película de Cazafantasmas que a veces pasaban por la tele. Hasta ese preciso momento, Brian creyó que solo era eso, una chistosa película llena de tonterías; pero jamás se imaginó que esa gente en serio existiera.

No creyó que existieran personas capaces de dedicar su tiempo a cazar fantasmas.

—Sí, Tim... este puede ser nuestro escape de aquí. 

👻 ꁅꀤꃴꍟ ꀎꉣ ꓄ꃅꍟ ꁅꃅꂦꌗ꓄ | ᴍᴀʏʟᴏʀ/ᴅᴇᴀʟᴏʀ 👻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora