Capítulo 11

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—¡Mi señora!

<Al parecer le cayó saliva de Scarlett, jajaj>

Sabía lo que le molestaba. Nadie podía ganarle al canciller cuando se trataba de ser un maniático de la limpieza.

En la historia original, La vida privada del tirano, había descripciones detalladas no sólo de los personajes principales, sino también del personal cercano al tirano. Actuaban como vigilantes de la vida privada del tirano y se burlaban celosamente de él por ello. Y según la información del libro, el canciller debía sentirse ahora como si se enfrentara a un desastre.

—Oh, no. ¿Estás bien?

Dejé la pesada cesta en el suelo y saqué rápidamente un pañuelo. Al principio había pensado que era un pañuelo cuando lo cogí de la finca, pero resultó ser un trozo de trapo. Yo también me había enterado hacía poco.

Menos mal que no lo tiré. Había guardado el pañuelo porque no podía precisamente tirar basura en las dependencias del palacio. Antes de que pudiera limpiarse la cara con su propio pañuelo, me acerqué rápidamente a él.

—Toma. Usa mi pañuelo. Lo siento mucho.

Tenía gotas en las gafas, y estaba claro de dónde venían. Brillaban con la luz.

—No pasa nada...— Pero antes de que pudiera terminar la frase, soltó un pequeño grito.

—¿Por qué, qué pasa?

No puse la cara altiva de Scarlett. En casos como éste, ¡le haría enfadar más si yo fuera amable con él! Ja.

"¿Es que esta señora no lava los pañuelos?" Leyendo el significado alto y claro en sus ojos, me aguante una carcajada.

Bueno, ¿quién te enseñó a burlarte de alguien en un primer encuentro? Estaba siendo tan grosera con él como él conmigo.

Me miró fijamente, congelado con el trapo en la mano, como si una tormenta hubiera caído sobre él.

—¿Perdiendo el tiempo delante de mis narices, Clover?

—S-Su Majestad, no es así.

—¡Majestad! Me alegro de verle.

El Canciller Clover se congeló al oír mi voz de bienvenida. Se volvió hacia mí con los ojos abiertos como platos. Obviamente, no le presté atención.

—¿Ha dormido bien?

—Veo que estás aquí... Lady Arman.

—Sí, Majestad.— dije, sonriendo tan radiante como en el banquete.

—¿Caminó hasta aquí?

—¡Por supuesto!— Siguió una conversación muy habitual. —No podía quitarme a Su Majestad de la cabeza, sobre todo con el recuerdo de su alegría por mi regalo. Me alegro de volver a verlo tan pronto.

Nos veríamos a menudo. ¡Mis ideas eran infinitas, Su Majestad-con-alta-tolerancia! El canciller Clover se quedó boquiabierto.

Aunque la ausencia de luna oscurecía aún más la noche, sus cabellos plateados parecían brillar tenuemente.

—Me pregunto, mi lady...

Tras unos instantes de silencio, Carlomagno se acercó a mí.

—¿Qué es esto?

Preguntó por el regalo que le había traído nada más acercarse. Como si se hubiera acercado a mí con ese único propósito. Tenía una sonrisa floja en los labios, pero sus ojos eran agudos de cerca. Qué raro... ¿Me había estado observando mientras lo elegía?

10 Formas de Enamorar a Un TiranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora