Capítulo 9

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A la mañana siguiente, el tirano, Charles Calior, convocó a sus hombres de mayor confianza para ordenar un nuevo informe.

—Sí, y yo también tengo cosas que informar, Majestad...

Con su pelo verde y sus ojos verde botella, Clover, el canciller, entró tambaleándose en su despacho, despeinado. En sus manos flacas había dos montones de papeles pulcramente apilados.

—Apenas ha amanecido.

—No le llevaría mucho tiempo revisar esto, Majestad. Acaba de tomar su comida matutina, así que debería ponerse a trabajar.— Respondió el canciller con una sonrisa amarga, con unas ojeras que parecían una marca bajo sus ojos.

(Tr: El pobre ha de parecer panda).

Charles echó un vistazo al papeleo y asintió una vez. Si se quejaba más tiempo, seguro que oiría el reproche de que el canciller sólo había dormido dos horas la noche anterior.

El canciller dejó el papeleo sobre su mesa y soltó un largo suspiro. En ese momento, el comunicador de su escritorio parpadeó en azul.

—¿Es Ruman?— preguntó Charles.

—Sí.

Sus ayudantes más cercanos eran el canciller Clover y el ministro de Información, el conde Ruman. Planeaba asignarles la investigación de Scarlett Arman.

Un rato después, Charles abrió la boca, hablando con su frialdad típica.

—Investígala de nuevo.

—¿Había algo mal en mi informe?— dijo el Ministro de Información, el conde Ruman.

Charles frunció un poco el ceño al notar el temblor en su voz.

—¿Cómo pudiste hacerle llorar? ¿Por qué has tenido que ser tan duro?— exclamó Clover, con los ojos muy abiertos y las manos agitadas, dando un mensaje aún más claro.

Charles suspiró para si.

—Hazlo. Otra vez.

Sniff. Había una razón por la que Ruman había roto a llorar.

La familia Arman. No tenían habilidades reales, ni dinero, nada especial. Sin embargo, allí estaban, de pie orgullosos gracias a sus grandes antepasados. Su progenitor era lo suficientemente digno como para estar hombro con hombro con los progenitores de las familias Calior y Rashahel. Le habían llamado héroe.

El honorable nombre que el héroe había dejado de legado a sus descendientes era difícil de penetrar, incluso para los ayudantes del tirano. Ruman sólo había podido obtener la información del informe que había presentado a Charles porque los criados de la mansión Arman vivían en la capital y no en la finca de su señor. Y porque Scarlett había sido especialmente aficionada a las salidas.

Ya había habido mucho trabajo debido al compromiso forzoso. La discreta investigación adicional había hecho que al conde Ruman se le cayeran al menos tres mechones de pelo de la cabeza.

—Inútil. ¿Seguro que has mirado bien?

—Qué cruel eres, mi señor.— Al ver que las lágrimas empezaban a brotar de los ojos del Ministro de Información, el Canciller Clover negó con la cabeza. Me va a obligar a hacerlo.

Sinceramente, a Clover no le importaban las lágrimas del conde Ruman. El problema era que el tirano le pasaba el trabajo de el conde cuando el mismo se ponía a llorar.

Como él esperaba... Click. Apagando el comunicador, el tirano miró a su canciller.

—Puedes elegir.

10 Formas de Enamorar a Un TiranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora