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Entramos a mi casa con toda la paz del mundo; ya en el auto, había pedido desde mi móvil lo que comeríamos.

—Ve pasando al salón, voy por los mandos a mi habitación —exclamé quitándome las zapatillas y subiendo las escaleras.

—Voy a pasar por agua a la cocina —me avisó antes de entrar.

Abrí mi habitación y busqué los mandos donde los dejé antes. Acto seguido, saqué una de las mantas del armario; todavía hacía bastante frío para ser principios de enero.

—¿Pedri? —Le llamé asomándome desde el segundo piso.

—Dime —Salió de la cocina con un vaso en la mano y se esperó que hablase.

—¿Quieres que te deje una sudadera? —Cuestioné.

—Por favor, Pablo —Sonrió y continuó su camino hacia la sala.

Bajé las escaleras de dos en dos con las cosas apiladas en mis brazos y las dejé en el sofá.

—Ten —le pasé la sudadera y el mando, para luego dejarme caer a su lado; la consola ya estaba encendida y él estaba escogiendo el juego—. ¿FIFA otra vez?

—Me debes una revancha —recalcó él apuntándome.

—Te gané justamente —dije cruzándome de brazos.

—Pararte delante mío cuando ibas a meter gol no es justo, Pablo —contraatacó cruzándose de brazos también.

—Sí lo es —expresé frunciendo el ceño.

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Me ganó, como no era raro en el FIFA, pero aún así no me quitaba el enojo.

—Pablo, no te puedes enojar —me aclaró dejando los mandos en la mesa del centro, junto con los platos de la cena que habíamos pedido hace una hora, de la cual ya no quedaba nada.

—Sí puedo —murmuré, aún picado porque me ganara.

—Si te enfadas, no te doy.

—¿No me das qué? —me acerqué a él retándolo, lo que no esperaba era que él también se acercara mucho y quedáramos frente a frente.

Nos quedamos unos minutos en esa posición hasta que volteó hacia mis labios y retrocedió.

—Nada —murmuró, volviendo su mirada a mis ojos.

Alcé la ceja curioso.

—¿Nada? —dije sorprendido.

—Creo que me tengo que ir —expresó Pedri de repente tomando su teléfono y sus llaves antes de salir, gritando un "¡Paso a por ti mañana!" y dejándome completamente solo.

Me quedé con la duda aún sentado en el sofá, con la mirada perdida en la consola que seguía encendida. Cuando recobré conciencia, apagué la consola y el televisor, metí los platos en el lavavajillas y subí a mi habitación, recordando que se llevó mi sudadera.

Lo mejor de todo es que ahora la utiliza como si fuera suya.

Dest 🪻.

¿Enamorarte de tu mejor amigo? No lo recomiendo [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora