[Capitulo - 1.2 - ]

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Mientras todo el desastre transcurría, del otro lado de la amplia ciudad, en los edificios de trabajo de la «Plaza de Paris», se hallaba aquella alemana de carácter sería y «paciente» en su despacho, una joven adulta de cabellos rubios y lentes redondos, quien se encontraba armando una pirámide de cartas en su despacho. Esperaba con ansias que fuera las dos de la tarde, ¿Porqué?, pues tenía que asistir a un evento memorable, estando ya lista y arreglada con su camisa blanca elegante, su pantalón negro y un peinado de molote con trenza.
Dicho evento era sobre el día de la Reunificación Alemana, pero siendo honestos, a ella no le gustaba ese día, ya que el dichoso día fue exactamente el momento en que perdió su otra parte, parte que fue dividida al terminar la guerra. Literalmente salió de una persona dos idénticas alemanas, separadas por cada quién de los que vencieron a su cobarde padre, padre que les fue enseñado a odiar.

Después de largas luchas para volver ambas a unir, finalmente llegó ese día pero con la desagradable sorpresa de que no volvieron a ser una, si no que se desvaneció ella... su única hermana. Desde ese día, su tranquilidad se ha afectado y aunque el pueblo celebra por estar juntos, ella no puede festejarlo, se ha ido su hermana y con ello sus memorias de las cuales no puede recuperarlos ni aunque fueron la misma persona. Ni en los más profundos rincones de su mente puede encontrarlos, siendo que solo conoce de su vida gracias a los que eran cercanos a la República Democrática Alemana.

Un largo tiempo se ha tomado para crear una pirámide de cartas, tan alta quería que fuese como para desafiarse a si misma. Cuidadosa, perfeccionista y concentrada estaba con sus movimientos para posicionarlos. Llegó incluso a usar una escalera cuando ya no podía alcanzar la pirámide que había hecho y media ya casi dos metros.

Tomó las dos ultimas cartas y subió de nuevo por los escalones para terminar de hacer el pico, estando arriba acercó sus manos que temblaban en el intento de mantenerlos quietos para no arruinar algo que le llevó horas y fracasos. Acercaba las dos cartas conteniendo la respiración, pues solo una pequeña brisa saliese de su nariz o boca lo desplomaría y estallaría de coraje. Gotas de sudor brotaban de su cuerpo, sintiendo la impaciente ansia de terminarlo, y, cuando iba a juntar las dos piezas, imaginando su victoria en el máximo esplendor, la puerta del despacho se abrió de golpe.
¡¡Bueeenos días!!— Entró gritando un hombre entusiasmado.
Lo que tanto previno se fue a la mierda en segundos pues entró una corriente de aire tras ser abierta la puerta, viento que sacó a volar las tantas cartas en las que trabajo. Su expresión boca abierta no hizo tardar, ahí iba su arduo esfuerzo cayendo sobre ella como un balde de agua helada.

—¿Cómo has estado?, Oye, supe que hoy era tu evento y luego... ¿A qué jugabas?. —. Cuestionó cierto italiano que miraba el montón de cartas descender al suelo.

Curioso, entró aquel hombre de ropa formal para acercarse con la alemana que seguía en las escaleras inmóvil. Internamente estaba agonizando de rabia, su sangre comenzaba a hervir, y cual perro enrabiado fuese, clavó sus uñas sobre la base de la escalera, explotaría contra el pobre responsable de su frustración.
¿Porqué tan seria?, te traje un pastel. —. Sonrió mostrándole un cremoso pastel de vainilla
Pero dicha aura alegre se esfumaría asustado al ver la mirada aterradora de la chica.
¿Qué es lo que quieres?...—. Preguntó de forma gélida.

Esos ojos, que aunque está en contra luz, brillaban de manera penetrante y amenazadora, a cualquiera le temería tanto como para comenzar a suplicar por su perdón. Al ver que lo estaba poniendo nervioso y temeroso, regresó su mirada sobre la escalera, cerró sus ojos e inhaló hasta contar a tres. "Muy bien Ale, recuerda que debes aprender a controlar tu estrés", relajaba sus emociones. Soltó un gran suspiro y volvió con el sujeto.

—¡TÍO ITALIAA!—. Sonrió mostrando esos colmilludos dientes suyos —, Cuanto tiempo sin verte. —. Comenzó a bajar de las escaleras para saludarlo mejor.
El italiano, perturbado, sacudió su cabeza al retomar a lo que venía antes de saber que la cagó en algo.
—Aa-a si, si. —. Respondió nervioso. "Dios santo, hace mucho que no veía ese carácter", pensó recordando esa mirada pero en alguien mucho peor.

Ecos del pasado [Countryhuman] (TReich x Soviet Union)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora