1. Matrimonio

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Y, de pronto, se encontró en el suelo, la cara contra la alfombra, una rodilla moliéndole las vértebras de la espalda y el brazo doblado en una postura rozando lo antinatural, el dolor de ambos puntos extendiéndose por sus terminales nerviosas hacia la mandíbula. Chirreó los dientes, conteniendo la queja por el daño, instintivamente consciente de que un movimiento en falso tendría una consecuencia grave, que implicaría la separación de una articulación, de mínimo. Después de todo, en ese momento no era una cuestión de fuerza, sino de técnica y habilidad, la que lo sometía.

Su lado alfa se sintió humillado. Una respuesta tan natural como la que le ordenó permanecer quieto.

—¿Te calmaste? —la voz que antes sonaba gruesa, más aterciopelada y suave, y lo llamó interesado, se tornó profunda e imponente. Más de la que poseían muchos alfas, dominantes o comunes, que conocía, un rasgo anormal para un omega.

El aroma a manzana y geranio de quien lo tenía dominado, a consecuencia de las emociones a flor de piel, le cosquillearon la nariz.

—Yo no soy el que está soltando feromonas —se quejó, ladeando el rostro al hablar y respirar, logrando ver como el rojo estallaba en la belleza del omega y su ceño se fruncia—. Soy el más calmado entr…

Su brazo fue liberado más, en vez de retirarse de encima, el omega metió las manos en el bolsillo del pantalón, sacó una bolsita, y de esta extrajo, en un movimiento veloz, una hierba inhibidora que le metió en la boca antes de que continuara hablando. Le cerró la boca y lo forzó a tragarla.

Pasando como pudo la hierba, el convulso movimiento de la tos hizo que el omega se levantara, para girar y sentarse en el suelo, la espalda recargada en el sillón.

—Ag… Agua… ¡Da-dame! —señaló los vasos y las jarras (de agua y whisky) dispuestas en la mesa de centro.

Tras una breve vacilación, el omega se apresuró a servir el vaso, colocándolo a su alcance.

Alargó la mano, sujetó el vaso reprimiendo en vano la tos, y bebió ayudando a las hojitas y tallos del inhibidor, a deslizarse por su irritada garganta. Un extra de inhibidor completamente innecesario siendo que, antes del encuentro con su futuro prometido, se aseguró de tomar los suficientes para dispersar el cedro y el pachuli de sus feromonas.

Era lo mínimo que podía hacer, sin importar el destino que tuviera que enfrentar en adelante.

Dejó el vaso en la mesa, se quedó sentado en el suelo, esperando que el picor en su garganta cediera.

—¿Tenias planeado matarme? —preguntó carraspeando y peinando los cabellos negros hacia atrás, enfatizando su rostro en forma de diamante. Semblante fuerte, marcado, digno de la anomalía de su persona.

Un alfa dominante nacido de betas comunes de clase media.

—Sólo fue un poco, no fue para tanto —repeló el omega, de pie, a una distancia segura, cruzado de brazos.

Su voz de vuelta a la normalidad, sus facciones finas y andróginas, cabello platinado, mirada afilada y pómulos delicados, enmarcando una personalidad tenaz que lo mantenía con la guardia en alto.

El alfa apoyó la nuca en el asiento del sillón.

Luego del encontronazo que tuvieron, la lucidez le permitió hacerse una idea de lo que pasaba.

Hasta Que El Divorcio Nos SepareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora