Severus Snape había perdido algo precioso en la Batalla de Hogwarts, y no había sido su vida. Hermione Granger parecía tener ese algo precioso que Severus Snape había perdido. ¿Sería un anillo de Claddagh o algo completamente distinto? SSHG
#Sevmion...
El anillo es suyo, ¿verdad? Se le escapó de alguna manera cuando le atacaron en la Casa de los Gritos.
No se moleste en responder. Estaré en Londres para Navidad y podemos vernos. Le haré saber el lugar y la hora cuando yo mismo los sepa.
Hermione Granger
Severus maldijo en voz alta, sin preocuparse de que Minerva estuviera justo a su lado y pudiera oír cada fea blasfemia. Aunque eso no significaba que no estuviera preocupada.
"¡Severus, cuida tu lenguaje!" llegó la severa reprimenda.
Él se limitó a aplastar la carta con una mano, convirtiéndola en una pequeña bola de pergamino.
"¿Quién te envía todas estas cartas? ¿Te están acosando de alguna manera?". Añadió Minerva al oír aquello. "Me preocupa bastante que vuelvas a estar bajo amenazas, que alguien atente contra tu vida. Severus, si estás en peligro, necesito saberlo. Ahora mismo."
Sujetó la bola de pergamino con la punta de sus largos dedos y estalló en llamas. Minerva lanzó un chillido.
"¡Severus!", volvió a amonestar.
"Tus alumnos no están en peligro, Minerva, pero tú sí lo estarás si haces una pregunta más". Dijo esto y volvió a su desayuno como si nada.
Los alumnos sentados más cerca de la Mesa Alta las miraban, algunos con miedo, otros con admiración. Minerva no parecía muy cómoda con aquello.
"¿Algo que quiera decir, señor Heaton?", preguntó ella.
Severus permaneció en silencio durante el resto de la comida, y se alegró de que Minerva también lo hiciera. No podía confiar en sí mismo para mantener el nombre de Granger fuera de cualquier comentario rencoroso que pudiera hacer, y eso no podía suceder. Su intimidad ya había estado demasiado expuesta; no necesitaba que Minerva se enterara de nada.
Al menos era sábado y no tenía clases que dar, aunque tener una excusa para maldecir y embrujar a los alumnos era tentador en ese momento. Se retiró a sus aposentos y, tras embrujar algunas de sus pertenencias, pasearse frente a la chimenea encendida y beberse dos dosis de Whisky de Fuego, se sintió un poquito mejor.
¿Qué iba a hacer? ¿Evitar cualquier otro contacto, faltar a la cita que ella había concertado, olvidarse de su preciado anillo?
Se sirvió otra dosis de Whisky y esperó la respuesta mientras vaciaba su vaso.
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Severus se despertó con la cabeza martilleándole, y entonces se dio cuenta de que el martilleo no sólo estaba en su cabeza, sino que también provenía de la puerta. Se incorporó y fue consciente de que había estado durmiendo en un sillón. El sonido de la puerta volvió a provocarle un dolor punzante en la cabeza y maldijo. Maldeciría a quien estuviera llamando.