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El suave aroma a pasto lleno por completo su olfato, era curioso pues, desde hace muchos años no se dedicaba apreciar aquel aroma tan relajante y calmante.

Con pereza abrió sus ojos, deslumbrandose con los fuertes rayos de sol provenientes del despejado y vibaracho cielo azul.

Aquello era extraño, por lo tanto se levanto, el césped húmedo y fragante le dio una fresca bienvenida a sus manos, no era desagradable, al contrario, se sentía bien.

Miro al rededor, encontrándose con un hemroso árbol, uno que le traía tantos recuerdos que se habían perdido a lo largo del tiempo y que solo se habían quedado archivados en su memoria.

Pudo percibir el aroma delicioso y suave de las flores que adornaban aquel deslumbrante y extenso jardín que hace mucho tiempo había considerado perdido.

De pronto unas pequeñas risas se escucharon emanar de un costado del árbol.

Serca de las fuertes raíces que sobresalían de la tierra cuatro niños jugaban hasta el cansancio.

El menor de todos poseía unos cabellos color ceniza, cejas tupidas y una expresión alegre mientras corría para atrapar a un pelirrojo unos años mayor. Este, de cabellos carmesí reía estruendosamente mientras aceleraba su velocidad para no ser atrapado mientras aquellos iris verdes sentellaban llenos de vida.

Volteo su cabeza más a la sombra que brindaba el frnodoso árbol donde, en la parte más lisa del tronco otros dos cuerpos se encontraban reposando amenamente, el menor de ambos, de cabellos dorados cual oro tenía un gran libro en manos mientras que sus grandes perlas azules daban furtivas miradas a los otros dos infantes.

El mayor tenía una expresión plena y satisfecha que solo adornaba y embellecia más aquel rostro juvenil bien parecido, comparado con la más fina porcelana, acompañado de esa tan bonita marca de vides.

En un momento aquela escena tan llena de calidez y hermosura cambio, una gran mansión se encontraba completamente llena del putrido aroma de la sangre y la pólvora. Recordaba vivamente aquella noche, un doloroso recuerdo que desde hacía años quería borrar de su mente.

Cuatro cuerpos tendidos cruelmente en la sala de estar, dos adultos y dos niños yacían desoladoramente sobre la cara alfombra de terciopelo y algodón, sufriendo mientras las últimas gotas de calor y vida abandonaban sus ya casi recios cuerpos.

Aquella escena cambió nuevamente, dejándolo en una habitación, pintada de un exquisito blanco y decorada con bellos detalles dorados. Un lugar que lo había visto crecer, en aquel momento se encontraba inundado de penumbras y oscuridad.

Dicha habitación tenía una cama grande, un escritorio entre otros inmuebles que a simple vista eran de buena calidad. Recordaba cada vez que había dormido en aquella cama, cuantas veces utilizo su escritorio y también las veces que simplemente se sentó en el suelo del balcón para contemplar el cielo nocturno.

Sin poder detenerse su cuerpo se levantó caminando directamente al armario más pequeño y olvidado de la habitación. Aquello dolia, era una herida vieja pero tenaz que se encargaba de atormentarlo día y noche en el mundo de Morfeo.

Por las rendijas pudo ver dos cuerpos acurrucados, temblando mientras el mayor de ambos niños intentaba hacer el menor ruido posible. Recordaba aquello como el principio de su tragedia.

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Sus ojos se abrieron nuevamente, sintiendo aquella sensación de humedad que en años no había sentido en sus orbes, con dificultad llevo una de sus manos hacia su mejilla más esta, antes de llegar a su destino fue detenida por otra mano, más fuerte y venosa que la propia. Podía sentir lo tosco de aquela extremidad, mucho más grande que la propia, mas capaz y lastimada, producto de utilizar armas durante tantos años, pensó.

DOMINACYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora