Cautivo

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Abrió sus ojos, no supo en qué momento los había cerrado, los más seguro es que se había desmayado. Estaba tan cansado, sus piernas y brazos se sentían pesados, le dolía la cabeza y tenía la garganta seca, lo que daría por un vaso de agua. No tenía ni idea de que estaba pasando, el mundo daba vueltas, la luz roja intensa no le permitía distinguir bien las formas, las sombras que aparecían lo confundían, las voces eran solo murmullos descontrolados y agitados. Hizo un esfuerzo por incorporarse, pero un peso encima suyo no se lo permitía, se quejó.

El golpe en su mejilla lo trajo a la realidad, respiro hondo para amortiguar el dolor que le había provocado la cacheta y sonrió. Empezó a mover sus caderas, a hundirse en el miembro del viejo que tenía frente a él, se lamió sus labios en un gesto lascivo y gimió fuerte para aparentar placer. Retomó las tareas que había dejado en pausa por su desmayo, agarró el miembro que se encontraba a su derecha y empezó a masturbarlo mientras que de su boca salía mil y un palabras cargas de lascivia. Su único trabajo era complacer a quien tuviera al frente, fuera uno, dos o cientos.

Su mente colapsaba continuamente, el miedo era lo único que no le permitía volver a desmayarse. El castigo por no poder satisfacer a los clientes era peor que aguantar las cachetadas, golpes, fetiches y salvajismo de esos ancianos repugnantes. A veces pasaba semanas sin comer solo por no lograr que uno de ellos se viniera, cómo si fuera su culpa que ya ni se les parará, o, incluso, llegaba a ser encerrado durante días en un mini cuarto sin luz ni ventanas durante días por haberse quejado ante la extrema agresividad. Su cuerpo era un objeto sexual, él era un objeto sexual, y cómo un objeto no podía hablar, mucho menos quejarse.

No era la vida que deseaba, los recuerdos de una infancia muy lejana lo atormentaban, le recordaban una vida que nunca volvería, una libertad que no le iba ni le sería concedida. La esperanza por un rescate había sido aplastada tras tantos años de maltrato, torturas y violaciones, ya ni sabía cuántos años habían pasado, tenían que ser varios porque su cuerpo había cambiado. Pero tampoco se quejaba, con el tiempo había aprendido, ahora sabía qué hacer y qué decir para evitar ser castigado, incluso había aprendido a disfrutar el sexo con esos vejetes. Pocas veces hacía algo mal, ya se sabía de memoria lo que les gustaba o no a sus clientes, eran todos iguales. Pero a veces, como hoy, su mente le traicionaba.

Solo esperaba poder dejarlos lo suficientemente satisfechos para que no le contaran a su amo sobre el pequeño desvanecimiento que tuvo, sino tendría que rogar por su perdón.

Estaba al punto del colapso cuando logró que se cansaran, parecían saciados.

Con un gran esfuerzo se sentó en la cama, los brazos y piernas le ardían, pero no había tiempo de quejarse, debía limpiar y acomodar el desastre que habían dejado. Por suerte, era la última pareja que debía atender por hoy, ya casi amanecía, y esos debían volver a aparentar ser buenas personas.

Hizo una revisión de su cuerpo, tenía varios moretones con un aspecto bastante desagradable, serían difíciles de ocultar para la siguiente noche, estaba lleno de líquidos, aceites y semen, como habían pasado tantos por su cuerpo durante las últimas 5 horas, se le empezaban a formas costras por la acumulación. Se dio asco así mismo.

Dio un suspiro y negó varias veces con su cabeza, nada de eso debía de repugnarle, era su forma de luchar, de demostrarse que era más fuerte ante... No sabía ante quien, tal vez ante su amo, ante sus secuestradores, ante la vida, ante Dios... No importaba realmente, solo no iba a perder lo único que le quedaba, su mente. Podían destruir su cuerpo, usarlo de la forma que quisieran, pero su mente no, su mente era su libertad, su paraíso, en ella podía hacer todo lo que algunas vez hizo, andar en bicicleta, patinar sobre hielo ¡Oh, como le gustaba patinar! No lo recordaba muy bien, pero una sensación en su cuerpo lo llenaba de felicidad. No, no permitirían que le quitaran eso.

¿Existe la libertad? 2.0 ~Otayuri~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora