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POV Carta Querida Ofelia

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POV Carta
Querida Ofelia

Quizás nunca leas esta carta, o llegue a tus manos. Aunque albergo en mi corazón el deseo fervoroso de que las puedas leer y saber que te saque una sonrisa.

Pero si es por un modo u otro, lo que busco plasmar es mi devoto amor por ti.

Recuerdo cuando nos vimos por primera vez, era un día cálido del mes de abril, las hojas de los árboles se remecían y surcaban el cielo, para posar sobre el césped, la brisa fría refrescaba nuestros cuerpos, el galope de los caballos pasando de un lugar a otro fue en aquel momento cuando te vi, tu mirada se encontraba baja y lucias apagada, se me hizo extraño ver a una grácil estrella caminando entre los hombres y que su brillo se debilitaba.

Creerás que soy un tonto por decirte estas cosas, pero lucias para mis ojos como el ocaso, llena de tantos colores que se ocultaban con cada paso de la oscuridad, y desee acercarme, pero mi poca valía me lo impidió. Aun me odio por no presentarme aquel día.

Y la duda todavía se alberga en mi mente, ¿por qué tenías aquellos hermosos ojos tan opacos como el cielo antes de una tormenta?

Con esto quiero decir, espero no volver a ver esa mirada triste en tus ojos

Atentamente A.N

POV fin carta

—Elizabeth, ¿Dónde andas? —exclamo una mujer desde la planta baja de la casa, se podía escuchar sus pasos cada vez más cerca, hasta que pudo abrir la puerta y sorprender a la joven que estaba debajo de un escritorio en el desván, prosiguió—Con que aquí estas, ¿otra vez leyendo esas cartas?

La adolescente solo le sonrió, desde que habían llegado a aquella casa se dispuso a deambular, escabulléndose por todos los compartimientos de esta, hasta que en una de sus excursiones fue a parar al ático encontrándose con varios muebles polvorientos. La curiosidad de la chica le motivo a hurgar cada uno de los cajones, encontrándose con que el ropero se encontraba cerrado, pero eso no se lo impidió ya que le pidió a su padre que la ayudara a abrirlo.

—Venga vamos a comer— dijo, sacudiendo la ropa de la chica que tenía un poco de tela de arañas —salgamos de aquí antes que nos enfermemos.

—Sí, ¿Ya papá llegó? — interrogó, mirando la espalda de su madre.

—Ya viene en camino, se detuvo a comprar pollo y tú me vas a ayudar a hacer las papas ¿te parece? — dijo, mirando el rostro de su hija.

Elizabeth, paso a lavarse las manos, y prosiguió a secarlas.
—Claro, ¿Dónde están las papas? — respondió, sonriendo.

Una joven de cabello crespo y piel café. Encerrada en su mundo y dedicada a los dibujos, así se podía definir a Elizabeth Ashton Hill, la segunda hija del matrimonio.

—Debajo del mueble están las bolsas con las papas, lávalas y córtalas— comentó, una de las cosas que le gustaban hacer a las mujeres de esa casa juntas era cocinar y tejer algo que pasaba de generación en generación —Yo las sazonó y colocó en el horno.

—Está bien, ¿Rowan, también hoy fue a la práctica de fútbol?— interrogó, lavando las papas.

La mujer que se encontraba buscando las especias y viendo sus fechas de expiración respondió.
—No, él se fue con tus hermanos al parque de aquí cerca, ya sabes que ama jugar con ellos—

Elizabeth, sonrió, recordando cuando ella también jugaba con su hermano, pero cuando llego su etapa de la adolescencia solo discutían y por ello tomaron rumbos distintos.

—Veo, que te gustan mucho esas cartas, ¿Qué dicen? —

—Las cartas son de amor de un tal A.N, dedicadas a una mujer que se llama Ofelia, me encantan leer sus cartas y ver cuánto amor se proferían— dijo, sonriendo embobada.

La señora se quedó un segundo extrañada por aquel nombre que la joven mencionó, se le hacía conocido de algún lado, pero no dijo nada a su hija.
Al terminar la cena todos los inquilinos del lugar degustaron los platillos y compartieron emocionados su día. La noche llegó y con ello una joven oculta entre sus sábanas leyendo cartas se encontraba.

24 horas para enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora