Una pequeña niña

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Pov carta

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Pov carta

Querida Ofelia

Añoro tu sonrisa, he guardado miles de chistes o anécdotas solo para verte sonreír.

Los días de hacen largos y los minutos interminables, pensar en que estamos en el mismo plano del tiempo apacigua mi alma, porqué sé que te veré en algún momento, así como mi alma viaja para encontrarse con la tuya cada noche y nos arrullamos y mimamos con nuestro ardiente amor y pasión.

Esto que siento por ti es tan intenso y arde en mi interior, no había experimentado nunca nada igual y no me arrepiento tampoco. Es más me siento un esclavo, pero solo de tu ser el cual me brinda tanta paz y gozo, que no me quiero alejar de tu presencia. Aunque ahora lo estamos sufriendo, me consuelo con saber que al igual que yo tejes recuerdos y guardas cada dicho que nos proferimos antes de alejarnos.

Por siempre tuyo
A.N

Fin del Pov carta

—¡Elizabeth, el desayuno está listo! —gritó, una señora desde la planta baja, mientras acomodaba algunas meriendas en bolsas de papel, veía cómo llegaban cada uno de sus hijos, pero seguía faltando la joven a la que había llamado —¿Puedes buscar a tu hermana en su cuarto? Dile que ya vamos tarde para la escuela, que en cinco tenemos que marcharnos.

—Sí, mamá— comentó, dándole un mordisco a su rebanada de pan con mermelada, corrió hasta llegar a la puerta de la chica y la abrió —Oye, dice mi mamá que ya nos vamos, ¿Qué tanto haces con esos papeles viejos?

La chica que se encontraba guardando unos libros en su mochila y solo lo ignoro, sabía que su hermano mayor jamás le interesaría nada con referente a cartas o historias, por ello no le respondió y pasó de él para bajar las escaleras, y encontrarse con el resto de sus demás hermanos y padres.

—Buen día, disculpen la demora, quería tener todo arreglado en mi mochila— respondió, tomando una taza de café que se encontraba en el mostrador con el diminutivo "Elibe", le dio un sorbo.

—Ya no tienes tiempo para relajarte, ya estamos tarde, todos al auto— exclamó, la mujer agarró las bolsas de papel y las llaves del coche, mientras su esposo cargaba a dos niños pequeños junto con sus mochilas. Detrás de ellos, su hijo mayor llevaba un termo y tenía una rebanada de pan en la boca mientras sostenía su mochila y la bolsa de su padre. Mientras tanto, la joven se quedó en la cocina, saliendo con pasos lentos y pesados.

—Recuerden que hoy no podremos irlos a buscar, tendrán que tomar el autobús, a Kai y Milon, se van a quedar en mi trabajo. Por favor, Rowan, no te vayas sin Elizabeth, van juntos y así vienen— dio las reglas claras mirando a sus dos hijos mayores.

—¿Qué? Pero, mamá, yo tengo práctica con el equipo hoy, además Elibe, siempre se pierde— dijo, incrédulo por la petición de su madre.

Si bien era cierto que la segunda hija del matrimonio divagaba en su propio mundo entre letras y cartas viejas, y cuando se adentraba en ello era una cosa difícil de encontrarla, un día estuvo casi por horas arriba de un árbol de manzano leyendo, mientras sus padres la buscaban.

—Bueno, tú eres el hermano mayor, tienes la responsabilidad de cuidar de tu hermana donde sea que esté. Y eso también va para ti Elibe, no te pierdas ve al campo de juego cuando termines clase y espera a tu hermano hasta que termine la práctica ¿me estás escuchando? — interrogó, tratando de maquillarse.

La joven que solo los escuchaba, se quitó los audífonos.

—Hoy tengo las últimas horas libres, ¿puedo esperar a mi hermano en la biblioteca? —

Su hermano que daba sorbos a su termo, la miró sorprendido y atinó a decir.
—Yo no te voy a buscar en la biblioteca, mamá ya dijo que me esperes en la cancha de juegos—

—Mamá, pero a esa hora del día hace mucho sol— refunfuñó.

—Ya dejen de discutir, su madre se está maquillando. Rowan, pasa por tu hermana al salón y llévala al tuyo, no creo que digan nada los profesores si les explicas que es tu hermana— atino a decir aquel hombre que estuvo callado por un largo momento solo escuchando a su familia hablar.

—¿Qué? No, yo no voy a hacer eso, que me espere en la cancha —

—Ya dije que la vayas a buscar o mejor, Elibe, cuando termines de dar clase ve al salón de tu hermano, fin de la discusión— dijo, deteniéndose frente a la escuela de sus hijos.

24 horas para enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora