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Elizabeth no pudo siquiera procesar sus pensamientos

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Elizabeth no pudo siquiera procesar sus pensamientos. ¿Había leído mal? Subió al ático y volcó el baúl con las cartas. Una tras otra las abrió, buscando desesperadamente un indicio, una nota, algo...

***

Querida Ofelia,

Mis labios extrañan los tuyos...

Por siempre tuyo,
A.N.

***

Querida Ofelia,

Si pudiera verte tan solo hoy...

Por siempre tuyo,
A.N.

***

Querida Ofelia,

Perdóname, pido tu perdón...

Por siempre tuyo,
A.N.

***

Querida Ofelia,

Quizás ya no quieras saber de mí...

Por siempre tuyo,
A.N.

***

Querida Ofelia,

No encuentro salida...

Por siempre tuyo,
A.N.

***

Querida Ofelia,

Mis lágrimas derramó...

Por siempre tuyo,
A.N.

***

Nada. No había ningún indicio de quién era el tal A.N.

Los pasos de alguien entrando a la habitación llamaron la atención de Elizabeth. El sitio era frío, lleno de polvo y telarañas. Cajetas amontonadas y objetos viejos de aparente falta de valor, más que el sentimental, llenaban el ático. Además de las cartas y objetos que estaban en aquel baúl de cuero, cubierto por dentro de una tela de satín rojo con detalles en encaje elaborado.

Elizabeth levantó la mirada. Sus ojos hinchados, mocos colgando de su nariz, y las mejillas marcadas por el camino de las lágrimas. En sus manos tenía dos cartas, ya humedecidas por las lágrimas.

—¿Mamá, sabías que la abuelita que veíamos por la ventana se llama Ofelia? —preguntó Elizabeth entrecortada y sollozando.

La mujer frente a ella, con una mirada dura, se relajó y se agachó para consolar a su hija. Aquella revelación la dejó sin palabras.

—Adhan me dijo ayer que su bisabuela se llamaba Ofelia. Eso quiere decir que A.N. es el bisabuelo de Adhan y estas cartas les pertenecen a ellos.

El abrazo de su madre se hizo más fuerte y reconfortante.

—Ay, cariño, ya no llores. Deberías estar feliz de saber quiénes son —comentó, besándole la coronilla—. Bajemos a la cocina a tomar una taza de té. Todos están preguntando por ti. Si quieres, mañana por la tarde les llevamos el baúl a los vecinos. Estoy segura de que estarán muy felices.

24 horas para enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora