9. Búscame

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Esas palabras son como una corriente eléctrica me recorre la espina dorsal y se mete en mi cerebro alarmándolo, desbarajustándolo, apagándolo y encendiéndolo como los intermitentes de un coche. No puedo pensar en nada, solo en su voz, en sus labios moviéndose y formando cada sílaba de esa última y demoledora frase. En sus ojos azules viendo siempre más allá de mi piel. En Iván insinuando lo que jamás tendría que haber insinuado. Porque nuestro tiempo pasó, lo nuestro se fue con él, y no ha vuelto. No debe volver.

Andrea no insiste más y deja que la conversación muera allí, consciente de que, si sigue indagando, va a hacerme daño. Tras abonar la cuenta, dejamos que los chicos nos guíen hasta una zona de bares del Casco. Poco después, estamos pagando la primera ronda de copas. Yo sigo con los sentidos atontados, demasiado metida en mí misma, lo que sucede alrededor no consigue llamar mi atención, hasta que recibo un codazo de Niko, esa llamada física me obliga a salir de la cueva de mis pensamientos.

—Vendrás, ¿no? —grita para que pueda oír su voz por encima de la música.

—¿Adónde?

—A la clase de muestra que organiza mi chico. Es la semana que viene. Puedes acudir acompañada, pero vamos, que, si vienes sola, seguro que muchos se ofrecen voluntarios a bailar contigo.

—Igual hasta consigues Iván aparezca por ahí —ríe Cristian.

—No soy tan fácil de convencer —protesta Iván.

—Si no lo ha logrado Cris... —se burla Niko.

La bebida se me va por el otro lado y me da un estúpido e inoportuno ataque de tos. Le encasqueto el vaso a Emma, que está a mi derecha, y me escabullo hacia el baño a pesar de que, con esta actitud, estoy quedando como una idiota celosa. Y me fastidia porque no es así. No me importa quién es Cris. Iván que haga con su vida lo que le venga en gana, yo ya tengo la mía encarrilada junto a Marcos.  Abro el grifo del lavabo y me mojo la nuca para refrescarme. Poco a poco, la tos se va a calmando, y ya está controlada cuando Andrea aparece tras de mí. Mucho tardaba.

—Sofía...

—No es lo que piensas —la detengo—. Me he atragantado.

—Vale. Vale. —No deja de mírame con esa cara de «no me creo una mierda lo que me estás diciendo», y yo prefiero ignorarla—. Siento haberle preguntado eso en el bar a Iván. No podía saber que iba a contestar algo así. Está claro que sigue sintiendo algo por ti, sea quien sea esa Cris. Y me preocupa que esto haga que te replantees cosas.

—No seas peliculera, Andrea. Es mi exnovio. Bueno, ni eso. Solo fue un rollo de verano.

—Fue mucho más que eso.

—No.

—Sofía, no puedes mentirme tan descaradamente y pretender que me haga la tonta. Soy tu mejor amiga.

—¿Sí? —Estoy cabreada y la expresión asustada de Andrea me dice que ella se ha dado cuenta y que no está preparada para mi ataque—. Entonces, ¿por qué no me cuentas qué narices te ha pasado cuando Cristian te ha enseñado la foto de la ecografía? ¿Qué pasa, Andrea? ¿Cristian fue algo más que un pasatiempo? ¿Te enamoraste? A ver si va a resultar que no eres de fría piedra y, como el resto de los mortales, te enamoras.

Andrea chasquea la lengua y eleva los ojos hacia el horrible y sucio techo de los servicios.

—No tiene nada que ver con Cristian. Además, no es el momento de hablar de ello.

—Vale, pues si tú tienes tus... momentos, yo tengo los míos. Y ahora no quiero hablar de Iván. Ni de nadie.

Salgo furiosa y decido huir a la calle. Estoy tan obcecada en ello que no me doy cuenta de que en nuestro grupito faltan dos personas además de Andrea y de mí. Y a esas dos personas me las encuentro en la plaza San Felipe, sentados en un banco. Resoplo de mala gana, pero no puedo escapar de ellos porque Rash me hace gestos para que me acerque. Iván le devuelve entonces un humeante cigarrillo. Cuando me acerco, me percato de que es de hachís.

Todos los inviernos sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora