Capítulo 6: Pesadilla

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De vuelta a la actualidad, tras terminar de luchar con Nimbus...

Me desperté en un pasillo que, al mirar alrededor, identifiqué enseguida. Era el pasillo de aquel hospital abandonado, ese en el que perdí a mis amigos y mi vida anterior. Me levanté con dificultad. Miré mi mano izquierda y no estaba; seguía sangrando. Histérico me quité la camisa y taponé la herida. Alcé la vista y empecé a ver como caía gotas de sangre de las paredes. Empecé a caminar hacia delante, en la dirección donde estaba aquella habitación donde murieron. Todo se estaba llenando de sangre. Al pasar por las habitaciones veía las camas encharcadas, los arañazos de las paredes ensangrentadas... Empecé a escuchar gritos sin parar, gritos de personas; parecía que estuviese en el infierno.

Al llegar a la puerta, mientras luchaba para no desmayarme, la toqué. Sentí un malestar muy confuso. Intenté abrirla, pero no tenía picaporte. Empecé a darle golpes mientras seguían los gritos. La sangre llegaba ya a mis tobillos y había un olor a putrefacción increíble. Al ver que no podía abrirla, resonó una fantasmagórica voz detrás de mí, pero sin decir nada claro; más bien parecían ruidos de lamento. Se me puso la piel de gallina, me giré rápidamente y vi un ser espeluznante al final del pasillo, parado y bañado en sangre. Era deforme, pero con cuerpo humanoide. Tenía tres cabezas incrustadas en el pecho que me costaba identificar. Así que caminé como pude hacia ese ser mientras se me nublaba la vista por el mareo. Cuando estaba lo bastante cerca, parpadeé muchas veces para poder ver bien y cuando se aclaró la imagen, eran las cabezas de Nick, Pedro y Juan; mis amigos.

Me quedé blanco y empecé a gritar. Tenía miedo, angustia, pero, sobre todo, nostalgia que se convertía en horror al verlos de esa forma. Intenté huir de allí, así que me volví y vi un hombre con traje de etiqueta, con una máscara negra puesta, al que la sangre no llegaba a tocar. No sé si levitaba o le rodeaba la sangre bajo sus pies, como si controlara toda aquella siniestra escena.

Al mirarle muerto de miedo, mientras me temblaban las piernas y la sangre ya me llegaba por las rodillas, con su brazo derecho se quitó la máscara que se convertía en polvo en el aire. Le miré el rostro y era Miguel, el líder de mis amigos. Pero, aunque su cuerpo se movía, su rostro se veía muerto; blanco pálido... Me aterró tanto verlo que comencé a andar hacia atrás del miedo, tropecé y caí.

Empecé a sumergirme, como si de repente fuesen metros y metros de profundidad y veía a Miguel meter la mano para salvarme, pero no llegaba. Me hundía cada vez más profundo, empezó a faltarme el oxígeno y lentamente fui cerrando los ojos. Sentí una mano que me tocaba el brazo y me desperté...

Abrí los ojos y me levanté de la cama de un respingo. A mi lado había una enfermera que agarraba mi brazo y con un gesto de calma me dijo:

—Shhh..., tranquilo, ha sido una pesadilla. Estabas sudando y gritando; por eso he venido a despertarte antes de que despiertes a todos los pacientes de la planta.

Me tranquilicé y me quedé en silencio un momento intentando asimilar qué demonios había pasado. Miré alrededor; estaba en un hospital ingresado, tenía goteros puestos. Recordé y asustado miré hacia mi mano izquierda: y allí estaba, como si no hubiese pasado nada. Ya no sentía dolor alguno. Miré a la enfermera y le dije:

—Perdona, pero ya estoy bien. Si no le importa me gustaría irme...

—Tranquilo caballero —dijo la enfermera con cara sorprendida—. Lleva usted cuatro días en coma, debe descansar y esperar los resultados de las pruebas.

—¿Pruebas? ¿Qué pruebas? —respondí—.

—Le han localizado algo en la cabeza, y no sabemos aún que es. Tendrá que quedarse hasta que sepamos a qué nos enfrentamos.

El Cazador de Leyendas Urbanas Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora