Justo antes de salir de mi casa giré la cabeza y vi el cuadro de ella. Me paré en seco y me quedé mirándola. «Jamás podré olvidarte, jamás podré superar tu pérdida... Ojalá pudiese decirte lo mucho que te sigo amando; renunciaría sin pestañear a mi vida por volverte a ver...» pensé mientras caían lágrimas de mis ojos. Me sequé bruscamente con el brazo y tras un «debo continuar» salí del edificio.
Llamé un taxi y al montarme me llevé una grata sorpresa: volvía a ser el anterior taxista. Así que le pedí que me volviera a llevar a ese condenado sitio.
Esta vez, el taxista me dejó en la puerta de la casa donde vivía Nimbus. «Qué extraño... supongo que, si la amenaza acabó, es normal que ya no tenga miedo» pensé. No quiso cobrarme el viaje a pesar de que había varios kilómetros de vuelta. Se despidió con una agradable sonrisa y se marchó con un «que tengas suerte, amigo». Me pareció una actitud muy extraña, aunque me gustó el hecho de que no me cobrase.
Miré al cielo. El tiempo era precioso; el cielo despejado, las nubes blancas, las flores de colores, el prado verde y las preciosas casas a su alrededor... «Un momento, ¿por qué ahora ninguna casa tiene impactos de los rayos?» pensé. Me pareció extraño de nuevo. Todo era muy confuso, pero no tenía tiempo que perder. Salté al prado en busca de mis cosas y empecé a dar vueltas con la mirada fija en el suelo y aunque estuve un buen rato buscando, no encontré nada...
—Omega, ayúdame. ¿Dónde están mis malditas cosas? —grité, pero no obtuve respuesta—. Maldita sea Omega, déjate de tonterías, esto es serio. No puedo perder la Dojigiri, es lo único que me queda de ella... —mi tono cambió a tristeza—.
Al ver que no obtenía respuesta golpeé con furia el suelo, mientras mis lágrimas caían y un enorme grito de desesperación salía de mi garganta. Me recompuse un poco, me sequé las lágrimas y me di cuenta de que estaba solo, otra vez.
Alcé la mirada, pero no veía nada, solo oscuridad; oscuridad absoluta. Y a mis pies solo veía arena fina. Empecé a girarme en busca de algo o alguien y en un punto detrás de mí, había dos ojos en la lejanía. Eran brillantes y rojos, ovalados como los de un gato en la noche. La arena empezó a moverse hacia mí y se fue formando un socavón a mis pies, comenzando a tragarme: se volvieron arenas movedizas.
Recordando mis entrenamientos de juventud, sabía que en las arenas movedizas es mejor no moverse y mantener la calma para no hundirse más rápido. Así que tragué aire y a pesar de que la escena era asfixiante, ya empezaba a acostumbrarme a estos extraños brotes: «¿será verdad que tengo un tumor cerebral?» pensé mientras seguía hundiéndome.
«Esto no es real, esto es producto de mi imaginación. No puede ser real si hace tres segundos estaba en un precioso prado. Debo luchar».
Se me ocurrió que lo único que tenía en todo mi alrededor eran esos malditos ojos. Así que los miré fijamente:
—¡Eh, tú! ¿Te diviertes? ¡Sácame de aquí inmediatamente! —le dije enfadado—.
—¿Por qué? Todo esto solo pasa en tu cabeza, ¿no? Sácate tú... —dijo una voz que provenía de ellos—.
—No sé quién eres o qué, pero dime como salgo de estas pesadillas de mierda que tengo. ¡¿Qué me está pasando?! —grité furioso—.
La arena ya cubría hasta mi cintura. Aquellos ojos no iban a ayudarme, pero entendí una cosa: «Vale, si de verdad es mi cerebro, no tengo más que concentrarme en que no es real». Cerré los ojos bien fuertes e intenté olvidarme de todo; quise poner la mente en blanco. Pero entonces empezaron a llegar de fondo unos ruidos que no me dejaban concentrarme. Oía susurros, palabras en mi cabeza como psicofonías que me suspiraban al oído en un idioma extraño.
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El Cazador de Leyendas Urbanas Vol.1
HorrorPrimera entrega de mi trilogía ya acabada. El primer libro está completo, pero la historia no. No os preocupéis, subiré el siguiente dentro de poco y para los más impacientes; dejaré al final los enlaces donde poder conseguirlos todos. Descripción:...