Capítulo 11: Destino Barbate

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Entró alguien al bar dando un fuerte portazo...

—¡Eh, tú! ¡¿Qué demonios crees que haces imbécil?! —dijo Jack enfadado—.

Era un hombre alto, vestido con ropa de campo sencilla y un arañazo reciente en la cara:

—¡¿Gabrié, donde está!? —gritó el hombre mientras buscaba por el local—.

—Oh, oh... —dije mientras miraba a Edea con cara de preocupación—.

—¿Quién es? —preguntó Edea preocupada—

—Es Rody, es quien está cuidando de mis hijos.

—¡¿Hijos?! —respondió Edea lo bastante fuerte como para que nos encontrara Rody—.

—"¡Ahí estah!" —dijo mientras se acercaba a la mesa—. "¡Tu'h eh'túpidoz hijo'h han vuerto a comerce una de mi'h cabra'h, y pa cormo, me han arañao to la cara!"

—¡Anda, Rody! ¡Cuánto tiempo, loco! ¿Cómo están mis niños?

—"No te ande con tontería, que cazi me matan zo cabrón" —dijo mientras golpeaba la mesa—.

—Oh vamos... solo es un arañazo de nada y los pobres tienen que alimentarse. No te preocupes, mañana iré y cubriré los gastos, ahora ve a que te curen eso antes de que se te infecte o algo.

—"Eh'cuchame, como vuerva a pazá argo anzín una vez más, le'h pongo la escopeta en el pescuezo ¿oío?"

—Que sí, que ya te he oído.

Se fue enfadado y de nuevo con un fuerte portazo se marchó.

—¡¿Tienes hijos?! —preguntó Edea asombrada—.

—Si, bueno, en realidad no son humanos. Son dos perros de combate que me regalaron cuando acabé mi entrenamiento.

—Ahm, ¡caray! Me habías asustado. Espera, ¡¿perros de combate?!

—Sí. A ver... son perros entrenados para localizar demonios, no son perros normales. Llevo muchos años con ellos, para mí son como mis hijos.

—Oh, cuéntame más —dijo Edea mientras levantaba la mano a Jack en señal de pedir otra ronda—.

—Quizás otro día, ahora debemos descansar. Mañana tengo que salir a informarme cómo puedo anular esa maldición.

—Está bien... entonces me debes una.

Nos levantamos, fuimos a la barra y me despedí de Jack con mi clásico «apúntamelo en la cuenta, Jack». Ni siquiera sabía cuánto dinero le debía ya.

Esa noche volví a tener ese mismo sueño:

Veía a un hombre alto desde el suelo, llevaba una túnica roja y negra. Peleaba contra un demonio gigantesco con cientos de ojos bajo la lluvia, y tenía una espada extraña, como si fuese diseñada para él. En el sueño, mientras combatían, miré hacia la izquierda y veía a Edea atravesada por un... ¿Brazo? A la derecha veía mis hijos muertos, y de pronto, aparecía ante mis ojos Alfael.

Me levanté de golpe y asustado. Llevé mi mano a la cabeza mientras Omega me preguntaba «¿otra vez?». Miré el reloj y eran las cuatro de la madrugada. Se escuchaba llover fuera en la calle. «Menuda pesadilla» pensé, mientras me levantaba y me vestía:

—¿Sabes que, cuanto más tiempo perdamos peor? La maldición de Edea sigue extendiéndose, ella sufre en silencio para no preocuparte.

—Lo sé, por eso no me queda más remedio que ir a verla.

El Cazador de Leyendas Urbanas Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora