Capítulo 10: La Plaga

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En el hospital...

Acudimos lo más rápido que pudimos, con el pulso acelerado, el corazón en el puño y un sentimiento de culpa terrible.

Al llegar mandé a Edea a urgencias para que la trataran. Jack y yo corrimos hacia la habitación como locos. Subimos por las escaleras, atravesábamos a empujones a la gente del hospital y al llegar lo vimos... Estaba débil, su rostro era terrible; su piel estaba destrozada, su pelo esparcido por la almohada y su cara en carne viva. Parecía un cadáver que llevara meses en descomposición...

—¡Félix! —dije consternado mientras me acercaba a su cama—.

Levantó torpemente su mirada hacia nosotros. Empezó a toser con tanta fuerza que manchaba con gotas de sangre la sábana de su cama.

—¿Qué tal chavales? —dijo pausadamente mientras respiraba con dificultad—.

—Félix, juro por mi vida, que mataré al que te ha hecho esto. No voy a perdonarme jamás por lo que te ha pasado, es todo culpa mía...

—Gabriel. Jack. Parece ser que mis borracheras junto a vosotros se acabaron. No voy a salir de esta. Prometedme que la cogeréis gorda en mi honor.

—No hables así. Vas a salir de esta, volveremos a la tasca a emborracharnos como antes —le dije mientras me bebía las lágrimas—.

—Te pondrás bien, ya lo verás —dijo Jack sin poder contener tampoco sus lágrimas—.

—Chicos... No voy a salir de esta, pero os estaré esperando donde quiera que vaya, y brindaremos juntos de nuevo...

La luz de sus ojos se apagó por completo, su brazo cayó sobre el borde de la cama y murió. Jack y yo nos desplomamos, y con un fuerte grito de rabia caí de rodillas al suelo mientras agarraba al brazo de Félix. Jack se apoyaba de cara a la pared para ocultar su llanto. Cerré los ojos y le hablé a Omega...

—¡Omega! ¿No podemos salvarlo de alguna manera? —le dije desesperado—.

—Es muy difícil eliminar una maldición tan poderosa. Ese demonio que lo maldijo tiene poderes tan horribles y desastrosos para los humanos, que no puedo hacer nada, ya no.

—Entonces, ¿Edea correrá la misma suerte?

—A ella no le ha dado tan de lleno como a Félix; aún estamos a tiempo.

—¿Cómo podemos romper la maldición?

—Solo hay dos formas; una es provocar que el demonio se "desate" y acabar con él, como hicimos con Nimbus. La otra es rezar porque Edea sea lo bastante fuerte como para liberarse de la maldición por ella misma, pero eso es casi imposible. Requiere de una templanza emocional y fuerza sobre su mente espectacular, y reconozcamos que Edea no da el perfil...

—Es muy fuerte y peligroso; matarlo será toda una hazaña. Edea correrá la misma suerte que el pobre de Félix si no hacemos nada.

Me levanté del suelo, sequé mis lágrimas y mientras veía a Jack llorar sobre la pared, y a las enfermeras entrar alarmadas para ver qué pasaba, abandoné la habitación y fui en busca de Edea.

Llegué a urgencias. Tenía una marca en su mano izquierda. Era como si fuera putrefacción, como si tierra negra recorriera sus venas:

—¿Estás bien? —le pregunté a Edea preocupado—.

—No me duele, solo es molesto. El médico dice que de momento me vaya y que observe si va a peor, así que deja de preocuparte idiota. —mintió torpemente para evitar preocuparme—.

El Cazador de Leyendas Urbanas Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora