Capítulo 8: Despertar

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Cuando finalmente me hundí, empecé desesperado a mirar a los alrededores. Me encontraba en medio de un vasto océano vacío, como caer en depresión, sin poder ver más allá... Pero ya sabía que era un sueño, solo tenía que concentrarme y seguir pensando que aquello no era real.

Empezaba a faltarme el oxígeno y aun así me forzaba a tener los ojos cerrados. Me concentraba fuertemente en mi pensamiento y al conseguir relajarme, empecé a respirar. Abrí los ojos y seguía dentro del agua, pero aun así podía hacerlo:

—Bien, funciona. Ahora debo concentrarme en que tengo que mover mi cuerpo real. Debo conseguir hacerme daño como sea —dije mientras adquiría una pose de meditación—.

Estuve un rato intentando concentrarme, pero era imposible. El sonido del vacío de la profundidad del agua me traían a la cabeza tantos recuerdos malos, incluidos los que me había creado el sueño de Nimbus. Así que decidí abrir los ojos para intentar buscar algo, pero al abrirlos ya no estaba rodeado de agua, estaba sentado en aquella silla; y esta vez no estaba atado, ya no estábamos en el pasillo de antes, sino en el prado donde en el sueño peleamos. Nimbus una vez más, volvía a estar delante de mí

Tenía agarrada con unos grilletes a Edea y estaba impoluta. Me pareció bastante extraño que no tuviese ningún rasguño, que Nimbus no le hubiese hecho nada a pesar de que me había dicho el secreto para salir de aquella pesadilla, y que era una amenaza para ella. Pero, aun así, nada, ni un solo arañazo... Entonces lo comprendí: si me hago daño en la vida real, mi cuerpo se deshará del hechizo, pero si yo le hago daño a Edea, puede que la conexión con Nimbus se desestabilice y pueda romper igualmente el sueño...

—Todo lo que pasa por tu cabeza puedo saberlo, estás en mi sueño humano... —dijo Nimbus mientras sonreía irónicamente—.

—Entonces... Solo tengo que dejarme llevar sin pensar, ¿no? —dije mientras yo también le sonreí con ironía—.

Me acerqué hacia ella, intenté poner la mente en blanco, pero mi subconsciente ya sabía que mi intención era golpear a Edea. Así que, en un segundo, Nimbus creó un muro de piedra que rodeó a Edea haciéndola impenetrable. Me detuve. Era imposible no pensar; así que tenía que hacer movimientos inconscientes, aunque no sabía cómo, hasta que se me ocurrió una idea: «Voy a cantar mientras hago cosas aleatorias sin pensar, y que la suerte decida».

Empecé a golpear mi pierna a compás de cuatro por cuatro y tarareando mi canción favorita, «Highway to hell de AC/DC». Empecé a correr alrededor de Nimbus mientras cantaba. Ella incluso se reía mientras me decía:

—Esto no te servirá de nada salvo para hacer el ridículo... ¡Payaso!

No quería pensar, no iba a permitir que sus comentarios me parasen. Comencé a coger todo tipo de piedras y palos del suelo, y empecé a lanzarlos al aire para no saber dónde caerían. En un momento en el que tiré varios a la vez, Nimbus miró hacia el cielo, y sin pensar; lancé la Mizuki en dirección a la zona hueca por encima del muro que protegía a Edea. Y seguí arrojando cosas.

Nimbus se enfadaba cada vez más, y mientras esquivaba los objetos que caían del cielo, acabó congelando el tiempo:

—Esto me mosquea, será mejor que cambiemos de entorno. —Dijo mientras chasqueaba los dedos—.

Todo desapareció menos nosotros tres. Mientras, del suelo iban apareciendo poco a poco cuadrados en el terreno, que se iban transformando en una hermosa playa. Durante ese momento y tras ver que mi táctica fue totalmente inútil, llamé a Omega:

—Omega por favor, te necesito... ¡Contéstame! Si no quieres salvarme lo entiendo, pero por favor, golpea a Edea. —Dije desesperado y sin obtener respuesta alguna—.

El Cazador de Leyendas Urbanas Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora