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HABÍA SIDO UN FIN DE semana para el olvido, según Max, claro, no había conseguido nada de lo que esperaba, claro que eso era según lo personal, porque la carrera en Monza había sido simplemente perfecta.

Había terminado su relación con Kelly hace unos dos meses aproximadamente, y esperaba que no se hiciera de público conocimiento por el momento, más no salió como él esperaba y pronto el mundo entero se enteró sobre su rompimiento.

Para sumarle a su mal humor, Horner no dejaba de hablar sobre quien podría ser el remplazo de su compañero de equipo, Checo, y es que Max no quería a un nuevo compañero, él se sentía cómodo junto al mexicano, tenían una buena amistad y sabían trabajar bien juntos, claro, el rendimiento del mayor no era tan bueno actualmente, más el holandés sabía que eso era solo algo temporal, o eso esperaba él, tenía la esperanza de que Checo volviera a ganar carreras y seguir junto algún tiempo más, por lo menos.

Aunque esas son cuestiones que él no podría solucionar, no estaba en sus manos decidir sobre aquello, lo que si estaba en sus manos era el degustar un exquisito café italiano antes de partir de Monza, y eso es justo lo que haría ni bien lo atendieran en aquella cafetería.

Esperar no era su fuerte, no le gustaba el hecho de perder el tiempo, tal vez sea por ese pequeño atisbo de ansiedad e hiperactividad que poseía, más sabía cómo no hacerlo notar ante el mundo, por lo que cada que debía esperar, en un ámbito que no sea la Fórmula 1, le gustaba observar el alrededor, detallar los rostros de las personas, sus prendas y el color de estás, las posturas, expresiones y gestos, y en una de esas fue que sus ojos se posaron en aquella rubia que parecía entrar en una especie de ataque de pánico al ver tantas cámaras fuera del establecimiento, a la vez que pegaba algún que otro saltito asustada por el fuerte estruendo que creaban los truenos en el exterior por la tormenta que se estaba formando.
Max no era tonto, sabía que las cámaras eran por él, habían estado siguiéndolo desde hace días, más no podía hacer mucho, no eran trabajadores de RedBull, Horner o de la Fórmula 1, eran trabajadores independientes a los cuales él no podía obligar a que lo dejen en paz.

Así que sin preocuparse por perder su lugar en la fila, se acercó a aquella rubia que esperaba su pedido, intento llamar su atención hablando, más ella parecía no estar conectada al plano físico, por lo que con cuidado poso su mano sobre la de ella, al mismo tiempo que se oía un fuerte trueno que hacía estremecer el lugar, y asustar por demás a la mujer junto a él.

Eso pareció ser suficiente para que los ojos azules de ella conectarán con los de él.

━━ Parece que el cielo estuviera por caerse, ¿No es así?

Una adorable señora de edad avanzada les comento con un tono jovial y gracioso en un italiano tan pulcro que él envidiaría de no ser porque aquella mujer si era italiana.

━━ Eso parece — contesto con su pobre italiano y una sonrisa que fue devuelta.

Max olvidó sus encías de café, después de todo, podría pedir uno en su hotel, así que sin más tomo la bolsa de la chica, y sujetando su mano la llevo a una mesa apartada para hecerla sentar en una silla.

Con una sonrisa se agachó hasta quedar a su altura y simplemente le indico que respirara junto a él, ignorante a las miradas indiscretas y las miles de fotografías que saldrían en solo un momento; él no sabía quién era ella, jamás antes la había visto, pero buscaba ayudarla a pasar ese ataque de pánico. Max recordaba como se sentían, como hubiera querido que alguien lo ayudará a él en esos momentos, así que él solo buscaba ayudar, nada más.

Una vez ella estuvo bien, relajada y con una respiración normal, él se puso en pie y le volvió a tender la mano.

━━ Vamos, te llevo a casa.

Normalmente nadie dejaría que un desconocido te lleve a casa, más en la mente de ella, todavía afligida, estaba bien que aquel hombre de ojos azules brillantes la acompañará, eso y que seguramente sufriría de otro ataque si debía salir sola de aquel lugar donde en la intemperie la esperaban cientos de personas con cámaras y una gran tormenta.

Megara, como la italiana de había presentado ante Max, tomo su mano y dejo que él la guiará hasta su lujoso auto, un trayecto en el cual ella no soltó su mano, es más, cada vez se apegaba más al rubio mientras las personas gritaban el nombre de Max con intensidad.

Era claro que sí padre no estaría contento con ella cuando se entre de lo que estaba ocurriendo.

Y es que Paolo Maldini no estaba en los mejores términos con su única hija, y ahora menos con los cientos de rumores que saldrían sobre la nueva y "misteriosa" novia del piloto de Fórmula 1, Max Verstappen.

𝙋𝙀𝙍𝙁𝙀𝘾𝙏 | Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora