Espejos.

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La mención de mi nombre me desconcierta a tal punto que me he quedado congelada hasta la medúla. Mis dedos son los primeros en descongelarse seguido de mis labios. Suelto una carcajada, rezando que de algún modo suene lo más natural posible, pero lo que sale de mi garganta es terrible; se oye artificial y exagerado.

―¿Qué...? ¿Quién- quién es esa? Mi nombre es... ―gago lo que puedo para hablar, sin embargo, ella me interrumpe, cambiando su peso de un pie a otro y cruzando los brazos bajo el pecho.

―Te nombre es Aubree DeCarlo. Creo que estás casada, ¿no? Así que, perdón si tengo el apellido incorrecto. No intentes mentir, jovencita. 

Se me borra la sonrisa de golpe, como si de ropa interior desaliñada se tratara, ahora me encuentro descubierta ante ella. Independientemente de lo abochornada que me sienta, eso no es el asunto primordial aquí. ¿Cómo lo sabe y desde cuándo? ¿Se lo dirá a Ian? Imagino que no, si no ya lo hubiese hecho cuando estuvo en el café. Es imposible que la peluca y las gafas no funcionaran. 

Inspiro, sintiendo el calor del affogato ascendiendo hasta mi garganta.

―¿Cómo es que sabes mi nombre real? ¿Has estado fingiendo todo este tiempo al llamarme Abby?―Pregunto de pie con la espalda recta y temiendo por mi vida aunque no es tan grave. Ella aún no tiene ni idea de lo que me traigo entre manos, sólo que quiero acercarme a él y todavia podría funcionar.

Niega con la cabeza. 

―No, no estaba fingiendo. No al principio... una de mis camareras te reconoció. Es estudiante de cinematografía y gran admiradora de las películas de tu padre. Mencionó que le resultabas familiar, luego apuntó el nombre de tu padre en Google y, pese a que fuera era una foto de hace unos años, consiguió encontrar una de ustedes juntos. 

Cierro los ojos, asintiendo con la cabeza. 

Mi padre se esforzó por ocultarnos del ojo público el tiempo que le fue posible. No duró mucho, en especial después del extraordinario éxito de su la mayoría de su filmografía. De joven también solía ir a todos sus estrenos. A pesar de que sigo yendo, ya no disfruto de las alfombras rojas. La gente no suele preocuparse por los hijos e hijas de los directores de cine, rara vez alguién me detiene en la calle para preguntarme si soy quien soy, pero si sucede. 

Uno no puede escapar del todo de Hollywood cuando tu padre es venerado del mismo modo que los argentinos adoran a Leonel Messi. 

―De acuerdo... tiene sentido. Pensé que la peluca ayudaría.

Se encoge de hombros.

―Sí ayudó. No soy una persona que pase mucho tiempo en el internet ni que conozca a muchos famosos, pero hasta yo te habría reconocido. A todos nos encantó "Mil destinos". Todo el mundo conoce a tu padre y, supongo que, la mayoría de la gente también te conoce. Aliah tiene buen ojo. ―Termina y mi corazón se llena de orgullo cuando menciona la película más reconocida y premiada de mi padre, pero también me da vergüenza pensar que me traten como a una celebridad. Que no lo soy. No tengo ningún vínculo con Hollywood en absoluto.

―Bueno... yo no soy actriz ni cantante, mucho menos una estrella de telerrealidad y, en el gran esquema de las películas de mi padre, no soy más que una fuente de inspiración, no obstante, entiendo. De todas formas, me gustaría que pudieras separarme de mi padre y tratarme como a cualquier otra persona. ¿Es Aliah la chica que me preguntó si necesitaba algo más cuando Ian estuvo aquí? ―Pregunto y ella asiente.

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