11

255 31 48
                                    


Cuando desperté aquella mañana gracias a los rayos del sol que ingresaban a través de la ventana, me sentía en el paraíso. Mi cuerpo estaba relajado, mi corazón latía con tranquilidad y en mi mente solo había paz. Mientras el sueño se desvanecía lentamente, empecé a cobrar conciencia de en dónde me encontraba o bueno... más bien de con quién estaba.

Tomás dormía acurrucado en mi pecho. Su rostro era el de un ángel con los ojos cerrados, las mejillas apenas sonrojadas y la boca ligeramente abierta; mis brazos rodeaban su cuerpo y mis manos lo sujetaban como si fuera a desvanecerse en cualquier momento. Como si en ese preciso instante yo fuera a despertar y a descubrir que todo no había sido más que una simple fantasía. Otro estúpido sueño.

Pero no era así.

Tomás Arbillaga. Tomi. El chico más bonito que había visto en mi vida. El chico de los ojos café que había sido la causa de mis noches en vela estaba junto a mí, durmiendo aferrado a mi cuerpo de la misma forma en que yo me aferraba al suyo.

En serio no lo soñé. Pensé.

Sonriendo como un idiota, me acomodé en la cama para seguir descansando a su lado. Acerqué a Tomás más a mi cuerpo y le di unas ligeras caricias a su espalda mientras tarareaba lo poco que recordaba de la canción que me había cantado hace tantos meses atrás. Cerrando los ojos y después de darle un beso en la frente, me dispuse a soñar otra vez. Por desgracia, aquello no duró demasiado debido a que cierto sonido molesto e insoportable empezó a reproducirse desde mi celular.

─La puta madre ─me quejé entre murmullos. Con sumo cuidado, me liberé del agarre de Tomi, asegurándome de no despertarlo. Luego, me levanté para apagar la ruidosa alarma.

Una vez logrado mi cometido, guardé el celular en mi bolsillo. Permanecí de pie por unos segundos. ¿Realmente era necesario levantarse y tener que seguir con la rutina de siempre? Tenía demasiado sueño. ¿Sería tan malo fingir demencia y acostarme en esa cama para abrazar a Tomi como si fuera un koala y no volver a levantarme por los próximos tres meses?

Aunque la idea era tentadora sabía que, siendo realista, no era una opción viable. Soy un adolescente, tengo responsabilidades.

Suspirando y quejándome ─algo habitual en mis mañanas─me dirigí al baño para mojarme la cara y quitarme el poco sueño que me quedaba. Una vez que me desperté por completo, busqué mis pantuflas y me las puse.

Le di una rápida mirada a Tomás. Su pecho subía y bajaba con suavidad. Seguramente debía tener el sueño bastante pesado porque ni siquiera se inmutó ante el sonido de la alarma. Además, lo más probable es que estuviera agotado por todo lo que había ocurrido anoche. Solo esperaba que, para cuando fuera a despertarlo, se encontrara con las energías recargadas.

Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina con la única intención de preparar café o lo que fuera que pudiéramos desayunar aquella mañana. Durante el camino, mi vista estaba fija en mi celular, poniéndome al día en Twitter y questionándome si debía contarle sobre lo ocurrido a mis amigos por el grupo de WhatsApp o esperar a decírselos en persona. Una vez que llevé mis ojos hacia lo que tenía en frente, agarré la pava eléctrica, le puse agua suficiente para dos tazas y, luego de ponerla a calentar, me dirigí hacia el comedor.

Por supuesto, por alguna razón mi cerebro había decidido olvidar por completo que yo no vivía solo.

─¿Dormiste bien, jovencito? ─preguntó mamá con cierta dureza en su voz. Sus ojos parecían filosas agujas capaces de atravesar los míos. Sus labios estaban apretados el uno con el otro. Tenía los brazos cruzados y llevaba puesto su uniforme de enfermera. Un escalofrío recorrió mi espalda.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 16 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Hey, Tomás♡ [Rodritom]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora