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Escribir una carta me era más complicado de lo que había pensando.

Ayer me pasé casi toda la noche sentado en mi escritorio, intentando sacar aunque fuera una sola palabra para escribir sobre aquel papel blanco; pero todo esfuerzo fue en vano. Después de unas dos horas de escribir, tachar, volver a escribir, borrar, arrancar la hoja, tirarla al tacho de la basura y volver a empezar de nuevo, todo lo que había escrito fue un simple:

Hey, Tomás

Estaba escuchando Hey Stephen de Taylor Swift así que decidí empezar la carta de la misma forma. Sin embargo, mi mente no logró avanzar más que aquella dos tristes palabras, así que cerré mi cuaderno y me tiré en la cama. Intenté escribir algo más al día siguiente y el resultado fue el mismo.

"Dios, Rodrigo solo escribe algo, no puede ser que te compliques la vida así"

Estaba a nada de arrancarme el cabello y gritar en medio de la clase. Me encontraba en Historia y faltaba poco para que tocara el timbre. El profesor estaba hablando acerca de la segunda Guerra Mundial o eso creo, siendo honesto, no estaba prestando la más mínima atención. Solo esperaba que el profesor no llegara a hacerme alguna pregunta porque de ser así estaría jodido. Mi nota en esta materia no es la mejor y no deseo que empeore.

Suspiré y me recosté contra la silla, mirando al techo, esperando alguna señal que me ayudara a abrir mis emociones y plasmarlas sobre el papel.

¿Qué podía escribir?

¿Hey, Tomás, sabías que tus ojos son como estrellas brillantes en el firmamento de mi noche más oscura? Horrible, se notaba que estaba esforzándome por escribir algo profundo.

¿Hey, Tomás, estoy completamente enamorado de ti aunque nunca hemos hablado, no te parece increíble? Raro, hasta incluso para mí.

Llevé mis manos a mi cara y tomé aire. Luego, me acomodé en mi silla y levanté la mirada, dirigiendola hacia el chico que se encontraba tres sillas delante de mí, hacia mi izquierda.

Tomás estaba recostado sobre su mesa, con los brazos cruzados. Hoy se veía diferente: en lugar de su típico gorro gris, blanco o negro, llevaba una vincha negra y un collar de perlas. Me encantaba cómo le quedaba y por un segundo, antes de iniciar la clase, tuve la intención de decírselo pero la cobardía me atrapó otra vez así que me quedé callado.

Una pequeña bola de papel golpeó su espalda y cayó al suelo. Tomás se dió la vuelta, tratando de ver al responsable y yo desvié la mirada. No necesitaba darme la vuelta para saber que había sido el estúpido de Marcos. Tomás desenvolvió el papel y supe, por la risa que se escuchó detrás de mi espalda y la expresión en el rostro de Tomás que, sea lo que sea que le había escrito, era horrible.

Tomás hizo trizas el papel y se levantó para tirarlo en la basura, para luego regresar a su asiento y mostrarle su dedo corazón a los imbéciles de la última fila.

Dios, deseaba que algún día expulsaran a esos idiotas por ser tan pelotudos, pero sabía que aquello era prácticamente imposible.

Ventajas de ser el hijo del director, supongo.

El timbre hizo presencia y la clase empezó a desenvolverse. El profesor mencionó algo sobre una tarea pero lo ignoré. Mi atención seguía en Tomás quien estaba guardando sus cosas. Quería acercarme y decirle que había visto a Marcos lanzándole el papel y, que si necesitaba a algún testigo, podía llamarme. Sabía que sería en vano porque Tomás nunca tomaba acciones contra situaciones como esas pero oye, podría ser un buen comienzo al menos decirle algo.

Guardé mis cosas y me puse de pie, acomodando mi bolso sobre mi hombro. Estaba a punto de caminar hacia Tomás cuando Marcos pasó a mi lado empujándome y, cuando pasó cerca de Tomás, gritó:

Hey, Tomás♡ [Rodritom]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora