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—Me parece muy bien lo mucho que vas mejorando con cada sesión.

YajaTzael asintió con una media sonrisa al elogio de su psicólogo, con un gran peso de orgullo sobre sí mismo por saber de boca ajena que realmente estaba prosperando en cada sesión.

Tratar con el pánico escénico está siendo un proceso lento y cansado, totalmente agotador para una mente que se mantiene negativa en constantes situaciones. A veces YajaTzael siente que no progresa y que empeora en vez de mejorar, pero otras veces siente que de verdad puede lograrlo con todo ese empeño y esfuerzo que tanto está poniendo de su parte.

Todavía no puede decir que ya logra hablar frente a un grupo de personas sin sentirse nervioso y tartamudear en el proceso, pero sí puede decir que ya responde cualquier pregunta con calma cuando se encuentra en el hospital.

En ocasiones sufre de ataques de pánico, sí, y debe esconderse en su consultorio durante un rato para tranquilizarse a sí mismo diciéndose que todo estará bien. Pero luego de un rato vuelve a estar bien y se siente bien también consigo, a pesar de todo.

—Muy bien, la sesión acaba de terminar, YajaTzael —Informó su psicólogo con una sonrisa—. Nos vemos la próxima semana y no olvides practicar tus ejercicios, ¿está bien?

—Sí —él murmuró asintiendo con la cabeza.

Se levantó del sillón sintiéndose prontamente nervioso, pues ahora le tocaba despedirse de la mano y él todavía no era bueno con eso sin portarse como un reverendo torpe. Al final acabó con los pómulos dibujados con un color carmesí que le elevó la temperatura hasta por encima de las mejillas.

Enmudecido (porque no quería echarse a tartamudear) le hizo una reverencia a su psicólogo como forma de respeto y después, al enderezarse, aceptó el apretón de manos entre ellos. Carrespeó mientras apartaba la mirada hacia la ventana semicerrada con cortinas, porque la mirada del psicólogo era bastante intensa y lograba ponerlo el doble de nervioso.

—Nos vemos la próxima semana, YajaTzael —recordó su psicólogo—. Si necesitas algo, sabes que puedes llamarme y tener conmigo una sesión de emergencia.

—Lo sé —respondió—. Adiós.

—Adiós, YajaTzael.

Él rompió contacto con su psicólogo, se devolvió su mano antes de hacerle una última reverencia como despedida para después cojer camino a la puerta del consultorio. Llevándose consigo su gabardina color negro, la cual se puso mientras caminaba.

Al salir del consultorio y cerrar la puerta detrás de sí, con sus ojos de aquel dulce tono avellana se dispuso a recorrer la sala en busca de Zael, pues en los asientos no estaba para esperarlo como hacía cada vez que estaba adentro con el psicólogo.

Comenzó a recorrer todos los alrededores del lugar para ver si encontraba a Zael, mas no logró divisarlo cerca. Supuso entonces que debía de estar atendiendo alguna llamada o en el baño (porque, de lo contrario, Zael le habría enviado un mensaje), así que optó por esperarlo ahí.

—¿YajaTzael?

Cuando ya se había dirigido a un asiento vacío junto a un conjunto de macetas con diversas plantas, justamente apartado del resto de tres personas que estaban esperando su turno con el psicólogo, una voz muy (demasiado) conocida le habló a las espaldas.

Por un momento se quedó estático en su sitio, sin atreverse siquiera a mover un sólo músculo. Después expulsó todo el aire que tuvo retenido inconscientemente y hasta después de unos segundos es que logró darse la vuelta, solamente para sufrir un vuelco en el corazón al observar a la mujer frente a él.

Mαη's Ƭσxıc ༝ 「ʏᴏᴏɴᴍɪn」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora