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—¡Gatito!, aquí estás —YajaTzael mostró unas peculiares muelas de vampiro al verse por fin encontrando a su esposo.

Zael estaba dentro de la cocina, la cual estaba llena de meseros entrando y saliendo, acomodando y ordenando. Zael estaba sentado en un rinconcito mientras tiene una bandeja en las manos y se come todo lo que hay en ella. Tiene las mejillas tan gordas de comida como una ardilla acumulando nueces.

YajaTzael se echó una risita antes de terminar de entrar a la cocina haciendo reverencias a todo aquel que pasaba a su lado, como disculpas por interrumpir y estorbar.

Se dirigió directamente hacia en donde su esposo glotón se hallaba comiendo como si no hubiera un mañana, atragántandose con brochetas de cordero y de vegetales. Haciendo esto en tanto acecha con sus ojos grisáceos a todos los meseros para cerciorarse de que estuvieran haciendo bien su trabajo.

Había veces en que alguno de los muchos llegaba a ponerse nervioso por su sombría mirada y terminaba dejando caer más de alguna bandeja al piso, provocando un estruendo que a Zael hacía gruñir. Había otras veces en que se hacía mucho ruido y simplemente no sabían como organizarse, lo que hacía que la expresión molesta de Zael se tornara aún más molesta.

No puede cocinar, pero le gusta que su cocina esté siempre brillando de limpia. ¿Qué tiene eso de malo?

—Gatito, pero acabamos de cenar todos —murmuró YajaTzael al agacharse frente a él sujetándose de sus gordas piernas—, y tú fuiste quien comió más.

—Pues déjame decirte que no me llené. —Fue lo que él respondió con los ojos puestos sobre la bandeja en sus manos, fijándose en que ya estaba quedando vacía.

—Tu hermano te está buscando, gatito —le informó YajaTzael mientras le limpia la comisura de los labios ante una mancha de salsa—. Dice que vayas.

—¡Tsk! Dile a ese flaquetoso de mierda que ahorita no esté jodiendo. Estoy en mi momento más sagrado del día —alegó con el ceño y la nariz fruncida—. Si él realmente quiere verme, él tiene que venir a buscarme.

—Gatitoooo, anda, vamos. —YajaTzael le pidió muy amablemente.

—Tú tampoco estés jodiendo. ¿No estás viendo que estoy comiendo? Eso es de muy mala educación —refunfuñó molesto—. No me voy a mover de acá hasta que me termine todo y, ya que estás aquí, tú te quedas conmigo.

—Pero...

—Hay mucho lagartón y lagartona buscando hombre en esta fiesta y tú eres quien más llena el estándar, así que te me quedas aquí —argumentó tras limpiarse la boca con una servilleta—. No creas que porque estoy lejos no te estoy vigilando. Has hablado con dos mujeres y le has sonreído a más de diez. Explícame eso.

—Se llama cortesía, gatito. Además, ¿no me habías dicho que querías que socializara en esta fiesta? —YajaTzael lo cuestionó—. Es lo que he estado intentando hacer.

—No, yo te pedí que socializaras con los muebles y la comida, ¡no con la gente! —gruñó mientras le metía un jalón de cabello a YajaTzael—. Y déjame decirte que socializar no significa que debas sonreír siempre, ¡eso es coqueteo, tu puta madre que te parió!

—¡Gatito, pero ¿por qué estás tan agresivo conmigo?!

Él terminó chasqueando la lengua con la expresión completamente ceñuda. Se dispuso a refunfuñar molesto en lo que se pone de pie con la bandeja ya vacía entre sus manos.

Se desplazó hacia la barra central de la cocina y la única forma en la que de sus labios pudo surcar una sonrisa, fue cuando estuvo frente a un sinfín de postres dulzones que los meseros pronto iban a esparcir por toda la fiesta: como pasteles de arroz dulce con pétalos de flores, mochis rellenos de frutas y fresas con crema.

Mαη's Ƭσxıc ༝ 「ʏᴏᴏɴᴍɪn」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora