cнapτer fσυr.

831 109 133
                                    

6:00 ᴀ.ᴍ.

Con una sonrisa de oreja a oreja Zael se dirigía a la habitación de su sobrino, con una bandeja entre las manos que no contenía el desayuno, solamente un vaso con agua y un remedio casero que le debe zampar a la fuerza diariamente.

El sol ya a esas horas estaba para derretir piedras, las nubes se veían completamente despejadas y el cielo más azul que ayer, así se veía por medio de los ventanales que hay en los pasillos. Aunque, por el danzar de los árboles fuera de la residencia, Zael podía deducir que el clima era fresco a pesar del sol.

Estaban siendo días con unas mañanas muy frescas y por eso la mayoría de la gente salía a la calle con abrigos o ropa más cubierta de lo habitual, lo que quería decir que tiene que volver a ponerle abrigo a YoonGi... a la fuerza, porque al niño nada más no le gusta vestir tan cubierto.

—¡Buenos días, mi bebé! —exclamó con una gran sonrisa plasmada en su rostro.

Una vez llegó a la habitación de YoonGi y abrió la puerta para empezar el día, esa sonrisa con la que había hablado se hubo borrado en cuestión de un segundo, quedando en su lugar un bufido al observar a YoonGi bien desparramado en la cama, en su quinto sueño y hasta con la boca abiertota.

Ni siquiera sabe cómo es que se le pasó por la cabeza que YoonGi ya estaría despierto para cuando él llegara, cuando cada maldito día es una lucha constante para despertarlo.

—Duerme como si trabajara el desgraciado —comentó en voz baja, observando a su sobrino.

Antes que nada, se tomó el tiempo de unos segundos para negar con los labios fruncidos, ya después cerró la puerta con el pie y dejó la bandeja sobre el mueble de la entrada. Posteriormente se dirigió hasta los ventanales para deslizar las largas cortinas de ceda a los lados, con tanta rapidez que la claridad y los rayos del sol fueron a pegar directo a la cara de un dormido YoonGi.

Por cierto, éste ni se mosqueó.

A continuación, se desplazó hacia la gran cama en la que YoonGi yacía tendido sin ningún tipo de preocupación y sin ser precisamente cuidadoso él comenzó a quitarle las colchas y las sábanas de encima en las que YoonGi se encontraba enrollado como mosca en telaraña.

—Hora de despertar, Min YoonGi —dijo cuando le metió un zape a su sobrino—. Levántate ya.

El menor entonces comenzó a quejarse con la garganta y arrugar su precioso rostro ante la incomodidad de la luz (porque por fin se dio cuenta de eso). Se retorció sobre la cama como una forma de estirarse el cuerpo, pero sin querer abrir los ojos todavía.

A ciegas y adormecido buscó las sábanas tanteando a los alrededores, para embozarse de nuevo y continuar durmiendo como si fuera fin de semana.

Era miércoles.

—¡Min YoonGi! —su tío le llamó la atención.

Después acabó recibiendo un golpe en la mano con la que seguía buscando las sábanas, lo suficientemente fuerte y picoso como para comenzara a abrir los ojos de a poco, con tanta maldita dificultad que su tío cogió mucho aire para no meterle otro golpe. Pero no sirvió de nada porque lo agarró de la oreja y empezó a jalonearlo mientras enojado le decía que se levantara de una maldita vez.

Así que él, cuando por fin logró abrir por completo sus ojos (aunque haciendo un esfuerzo para mantenerlos abiertos), su tío lo ayudó a sentarse en la cama.

—¡Despierta ya, Min YoonGi, por el amor a tu puta madre! —su tío exclamó irritado al estrellarle la mano en la mejilla—. ¡Te he dicho que no vayas a fiestas cuando es día de semana!

Mαη's Ƭσxıc ༝ 「ʏᴏᴏɴᴍɪn」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora