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—He de admitir que tenías razón —JiMin murmuró sonriente, tanto que sus mejillas rojas ya dolían—. Visitar esa cafetería resultó más interesante que asistir a una fiesta.

—No fue la cafetería lo que resultó interesante, dulzura —dijo YoonGi—, sino la persona con la que estabas, tu marido en otras palabras.

—Tonto —JiMin rió.

Entre risas le metió un empujón a YoonGi con ayuda de su hombro.

Eran las doce de la noche, quizá más de las doce de la noche y ellos apenas regresaban a casa tras horas y horas conversando en la cafetería, hasta que no quedó nadie más que ellos dos. Puede que el tiempo se les fuera volando mediante se hundían más en la conversación que entre los dos hubo, tomando más café mocha y contando hasta las anécdotas más divertidas.

YoonGi logró saber muchas cosas de JiMin así como JiMin logró saber muchas cosas de YoonGi. Pasatiempos, rutinas, mañas, costumbres, defectos y virtudes que los dos no iban a olvidar.

También hubo fotografías, más fotografías que los dos se tomaron en el transcurso de la noche. Cientos de fotografías juntos con gestos tontos, serios, locos y adorables. Cientos de fotografías que JiMin iba a atesorar con su vida misma en un álbum.

Un álbum únicamente de ellos dos.

—Aún sigo pregúntame cómo hiciste para que la cafetería no cerrara a las nueve —comentó el rubio al aire.

—Ya te lo he dicho, tengo contactos —el mayor se encogió de hombros—. Oye, si iba a llevarte a nuestra primera salida juntos, al menos tenía que esforzarme por que nada lo arruinara.

—¿Y qué hiciste entonces? —quiso saber el rubio, fingiendo desinterés.

—Hablé con la encargada para que cerraran la cafetería más tarde —respondió el mayor—, así regresaríamos a la misma hora en que la fiesta terminara y no hubiera excusa para que te fueras a ella un rato.

Tóxico, eso pensó JiMin.

Los dos continuaron caminando hacia la profundidad de la residencia, pasando pasillos, habitaciones y balcones en medio de una oscuridad que no era del todo tenebrosa por la claridad que los ventanales permitían entrar, para que la luna llena iluminara el camino de ambos y supera guiarlos hacia su destino, que era la habitación de JiMin.

YoonGi había insistido mucho para que JiMin dejara acompañarlo a su habitación confesando que se sentiría más tranquilo si lo iba a dejar al final de la noche. JiMin entonces no supo decirle que no y ahora iban llegando al segundo piso en donde se encontraba su habitación.

—Sé que aquí tenemos cine, pero me gustaría mucho que fuéramos a ver una película para nuestra segunda salida juntos —sinceró el mayor cuando llegaron a la habitación del rubio.

—O sea que..., ¿quieres que salgamos una segunda vez? —preguntó el rubio.

Frente a la puerta de su habitación volteó a mirar al mayor con intriga, esperando impaciente para que le respondiera ahora que se encontraba repentinamente ansioso.

Abrazó su casco contra él dándose la vuelta para poder estar frente a frente con el mayor, quien le afirmó con la cabeza antes de jalarle uno de sus cachetes rojos que se volvieron más rojos ante ese dulce gesto. Lo dejó a él soltando una risa en murmullos con un increíble pánico.

—JiMin, de mi parte, yo te juro que habríamos amanecido en esa cafetería —el mayor le fue honesto.

¿Y eso qué significaba entonces?

El menor no lograba entenderlo bien o tal vez no quería entenderlo por miedo a malinterpretarlo todo. Sentía que sus sentimientos no eran del todo indiferentes por parte de YoonGi, pero tampoco quería solamente creer o deducir.

Mαη's Ƭσxıc ༝ 「ʏᴏᴏɴᴍɪn」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora