8: Día cuatro.

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—¿Cómo la pasaste anoche, mi rey?— Me preguntó Mauro abrazándome por atrás.

—¿Te parece apoyarme toda la pija teniendo a los pibes a dos metros de nosotros?

Rió. —Perdón.— Me dió vuelta. —¿Cómo la pasaste anoche, mi rey?— Volvió a preguntar.

—Salvo por lo de que me dejaste tirado todo cogido, joya.— Miré mi celular.

—Tiaguito, ya te expliqué eso.

—Ajá.— No le dirigí la mirada.

—¿Qué estás haciendo con el celu?— Intentó mirar, pero se lo impedí.

—Nada que te importe, rey.— Me lo guardé el bolsillo. —Anoche la pasé bien, ¿contento? Listo, chau.— Me alejé de él.

—Estaría contento si me miraras un segundito.

Suspiré y le hice caso.

—¿Qué querés?

—Nada, solo que me mires a los ojos, me encantan tus ojos, ¿lo sabías?

Asentí pasándome la información por el culo.

—Listo, ¿me puedo ir?— Intenté irme.

Me tomó del brazo. —En realidad, no.

Suspiré con los ojos cerrados.

—¿Qué querés, Mauro?

—Preguntarte algo.— Sonrió. —¿Alguna vez me vas a decir "amor", o algo de eso?

—Jajaj, ¿qué? No, obviamente que no.

—¿Y por qué no?

—Porque creo que tengo algo de dignidad todavía.— Me crucé de brazos.

—Oooh… pero yo pensé que yo te gustaba y que… te iba a copar decirme así…

Reí falsamente. —Pensaste mal, sí, me gustas, pero ya me la estoy jugando demasiado.

—Mmmm… ponele.— Se acercó a mí. —¿Me das un beso?

Sabía que no me iba a dejar en paz, entonces le hice caso y le di un beso. Quizás un poco más largo de lo que tendría que haber sido.

Eze entró a la cocina y todo fue demasiado incómodo.

Mauro y yo nos pusimos rojos y ultra nerviosos.

—Eze…— La verdad es que no sabía qué decirle.

—No, tranquilo, no me tenés que explicar nada gato…— Dijo él, tranquilizandome. —Pero… ¿lo de ustedes no era secreto?

Asentimos avergonzados.

—Entonces… ¿por qué se chapan en el medio de la cocina? Digo, podría entrar cualquiera de los chicos en cualquier momento, hasta podría entrar Emma.

—Emma no está en casa, ¿te pensas que soy tan pelotudo?— Dijo Mauro a la defensiva.

—Pará.— Le dije agarrándolo del brazo. —Calmate, él tiene razón.

Rodó los ojos y miró para otro lado.

Por suerte esa situación incómoda no duró mucho.

Adivinen quienes salían de fiesta a la noche, siii, nosotros.

¿Reinaban mis ganas? Definitivamente no, pero me obligaron a ir. Y aparte me convencieron para que me despeje un poco. Terminó pareciendome buena idea.










NARRADOR OMNISCIENTE

Los chicos ya llevaban al rededor de dos horas en el boliche. El ambiente estaba divertido, realmente.

"Clandestinidad" | «Litiago»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora