II

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El día empezó bien, hacía sol, llevaba mi ropa habitual y cliché y caminaba por los pasillos con una confianza que no me correspondía, la gente pasaba a mi lado y me ignoraba, no se atrevían a mirarme durante más de unos pocos segundos, nunca expresaron nada concreto ante mis ojos.

Me tienen miedo a mí y yo le tengo miedo... a las cucarachas.

Irónico, ¿verdad? Me dieron ganas de reír de buena gana, pero no podía, era parte mi carácter infundado... No sonreír.

Mis botas golpearon el piso brillante con calma, fue un milagro que no llegara tarde, pero aproveché tales talentos con gran éxito, aprovechando para respirar profundamente y tragarme los audaces latidos que mi pecho daba en ese intento de noquearme.

Entré al salón de clases con el desánimo ya muy extendido, era física, estaría Camila, Noah Perfección también y probablemente robándome el puesto, al fin y al cabo los novios quieren estar juntos las veinticuatros horas y haciendo...

Argh.

Me recordó los momentos que presencié este fin de semana, los gruesos dedos de su mano apretándola con tanta avidez, con...

Dios mío, ¿por qué a nuestro pensamiento le encanta torturarnos? ¿Poner de rodillas a los pobres y simples mortales ante sus dones, manipulando las realidades y distorsionando los acontecimientos a favor de nuestra predisposición emocional? Es obvio que tendrían una vida sexual animada, a quién engaño, sólo mírenlo. Y Camila tampoco es una santa, su manera de ir a fiestas por ahí deja en claro esos factores, al fin y al cabo nadie va a una casa llena de adolescentes borrachos o incluso noches de fiesta en Londres haciéndose los muertos vivientes, además del factor X que llama la atención incluso sin querer, aunque creo que sí le gustan las miradas que recibe, aunque no le importe ninguna de ellas.

—Lauren. Hey.

Estaba pasando de largo por la mesa de mi amor pseudo-platónico y sentí sus suaves manos en mi muñeca, paré en el lugar y la miré fijamente con mis ojos verdes, mantuve mi mirada seria, no pude evitar visualizar esa escena que después de todo me estaba irritando la cabeza, aunque no tenga ningún derecho a sentirme incómoda.

Me sorprendió la figura de Noah levantándose de su silla y sonriéndome, mientras me daba un cariñoso golpe en el brazo y se perdía entre las mesas, dirigiéndose hacia los jugadores del equipo de atletismo del colegio.

—Oh, no necesitaba eso... no quería...

Camila declinó, ligeramente divertida y se movió hacia la silla en la esquina, más cerca a la pared, y yo me senté a su lado, colocando mi mochila en el suelo.

Sentí que mis manos temblaban y estaban húmedas de puro sudor, mi corazón latía con fuerza y yo tragaba duramente cada segundo que pasaba. Puse mi frente contra la mesa y respiré hondo, Dios mío, ¿cómo puede alguien con quien apenas interactúas afectarte tan intensamente?

—Oye, ¿estás bien? —Su suave y un poco confusa voz me hizo levantar el rostro y acomodarme en la mesa, apoyando los brazos en la superficie lisa.

—En realidad tengo un poco de sueño. La teoría de los cinco minutos de más es una farsa.

¡Eso! Por fin una frase completa y bien estructurada. Ya era hora, idiota. —Aparté los pensamientos incoherentes y tosí un poco, mirándola a los ojos, dejando que la timidez se alejara de mi cuerpo.

—Ahora tiene más sentido que llegues tan tarde. Te veo pasar como un rayo todos los días, hoy fue un milagro. —Se burló de buen humor mientras jugaba con su cabello liso, sus uñas estaban de azul oscuro ese día, largas, bien cuidadas, como siempre.

Camila - Camren (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora