¿Cómo sigues adelante cuando el dolor te consume y la culpa te ahoga?
Clara Clark vive atrapada en un abismo de sufrimiento y dudas. Un accidente del pasado, que no causó ella pero no puede demostrar, ha marcado su vida de manera irreversible. La cu...
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23 de septiembre, 2024
Narrador omnisciente
La hermana menor de Marcus, Rousell, iba tarde a la escuela y a primera hora tenía examen de química, miraba su reloj cada tres segundos solo para saber si ya había pasado un minutos más o si alguien desde el cielo lo había retrasada quince minutos.
Para acortar camino cruzó la calle para meterse a un callejón. Lo que Rousell no sabía era que esa había sido una pésima decisión. Ella saca su teléfono para cambiar la canción en la que venía concentrada tarareando y siente como alguien le toca el hombro distrayéndola.
Rousell se deshace de sus audífono guardándolos para ver al hombre que llamó su atención.
—Buenos días, señorita— saluda amablemente—. ¿Podría usted darme la hora? Olvidé el teléfono en casa y el reloj tambien por salir a las carreras.
Rousell le sonrío amable.
—Por supuesto— ella se fijó en su teléfono—. Son las 7:35.
El señor le sonrió agradecido.
—Gracias, señorita.
—Tenga un buen día.
—Igualmente.
Rousell pensó por un instante que su día iba de mal en peor, tenía un examen y para agregarle crueldad al asunto estaba llegando tarde.
Volvió a poner sus audífonos, pero por instinto giró la cabeza hacia atrás en el callejón y al darse cuenta de que aquel hombre la seguía aumento el pasó, pero ese hombre cada vez estaba más y más cerca.
Trató de respirar por la nariz y soltar por la boca para no sentir aquellos nervios que la consumían y el miedo que pronto llegaría.
La pequeña empieza a caminar más rápido, sintiendo miedo. Su respiración es rápida y sus manos están temblando. Escucha pasos detrás de ella y comienza a correr buscando la salida de aquel infinito callejón sin darse cuenta de que sus audífonos y teléfono habían caído al suelo cuando había girado en una esquina.
Antes de que Rousell pudiera gritar para pedir auxilio aquel hombre la tomo del pelo haciéndola caer al suelo con un chillido de dolor. Ella usa uñas y dientes sacándole gruñidos de dolor al hombre, pero este no cede a soltarla en ningún momento.
—¡Ayuda!— Rousell grita y el hombre la abofetea en respuesta a su atrevimiento.
Vuelve a golpearla y Rousell cae al suelo apenas entendiendo todo lo que le está pasando.
—No... Por favor no...— musito ella apenas audible.
Las lágrimas comenzaron a llenarle las mejillas sollozando con desesperación.
—Calladita— susurra el hombre—. O te ira peor— saca un teléfono de su bolsillo y marca un numero rápido—. Ya la tengo, ven rápido o me deshago de ella yo mismo.