19 Un Dia de locos

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Marcus

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Marcus

Siento como Rousell se levanta despacio y sin hacer ruido, posiblemente para no despertarme con algún movimiento brusco. Después del susto de ayer, lo último que ella deseaba era dormir sola y con gusto acepté quedarme junto a ella, haciéndole compañía, es mi pequeña hermana, al fin y al cabo.

—Buenos días— abrí los ojos encontrándome con su mirada verdosa idéntica a la mía.

—No quería despertarte— me sonríe con culpa—. Aun es muy temprano.

Me senté en la cama para estirarme y acabar con el dolor en el cuello moviéndolo hacia los lados suavemente.

—Ya no tengo sueño— miento luchando por no volver a quedarme dormido—. Tengo hambre.

Ella entrecierra los ojos sin dejar de mirarme con diversión.

—Eres muy mentiroso— dice señalándome—. Jamás he visto que te levantes antes de las siete de la mañana.

Le sonrío encogiéndome de hombros.

—La gente cambia— comienzo a explicar y ella arquea una ceja—. Si, ahora me levanto temprano, como saludable, hago ejercicio y me duermo antes de las ocho de la noche— enumero con los dedos mis nuevas y mentiras rutinas y sigo haciéndome el ofendido—. Al menos desde que me fui a Alemania hago todo eso— ella alza ambas cejas y yo carraspeo—. Bueno... Puede que me duerma un poco tarde y continue comiendo hamburguesas, pero eso es todo.

—Un excelente cambio— me da la razón—. Te entiendo, dejar las hamburguesas puede ser la perdición de cualquier ser humano, son sacrificios.

—¿Estas utilizando el sarcasmo con tu hermano mayor?— me levanto amenazante—. Te estas ganando una guerra de cosquillas.

—No, no, ¿Me perdonas por eso?— me hace ojitos de corderito, ella me conoce demasiado bien y sabe que cuando me hace esos ojos, le perdono todo.

Pero esta vez no.

—Está bien, te perdono. ¿Me das un abrazo?— Rousell me sonríe y me abraza, ahora si pequeña, te tengo.

Sin pensarlo dos veces, comienzo a hacerle cosquillas sin parar, ella intenta detenerme sin parar de reír.

Me gusta que mi hermana esté feliz.

Cuando la vi en aquel callejón, arrodillada, llorando y con sus manos temblorosas, pude sentir como el corazón se me encogía al verla en esa situación.

La policía habló con ella, le preguntaron que le habían hecho.

Rousell le explicó todo lo qué pasó, dijo que no la tocaron, solo la tenían en un cuarto, nunca la amarraron y que incluso, le dieron de comer.

Rousell tiene una de sus mejillas rojas, ella explicó que en el momento que la secuestraron, aquel hombre que describió tan detalladamente, la había golpeado por que ella intento gritar.

El Misterio de Clara Clark [1] YA EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora